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Ferney Mejía, el camino de la palma tetera

Por Beatriz Mesa Mejía. sábado 31 de octubre de 2020

Lea la historia de este líder y artesano de Guapi, Cauca, quien siente correr por sus venas, la savia que alimenta su ser indígena.

Artesano Ferney Mejía
Ferney Mejía - Imagen: Artesanías de Colombia

En medio de una abundante vegetación, con unos verdes imposibles de describir, Ferney Mejía, líder y artesano de Guapi, Cauca, siente correr por sus venas la savia que alimenta su ser indígena. 

Como artesano se sabe heredero de una tradición que ha realizado objetos de cestería con fines cotidianos. “Nuestros canastos nos acompañan cuando vamos a pescar y a recoger frutas. Lo comercial ha ido llegando poco a poco. Son productos que están con nosotros desde siempre”.

“En el lugar en el que vivo, en el municipio de Guapi, Cauca, somos un grupo muy pequeño. Las familias que estamos aquí fuimos desplazadas. Yo fui desplazado y busqué una solución para seguir adelante con mi familia. Llegué primero a esta tierra, luego pude comprar un lote. Y tuve la oportunidad de establecer una comunidad para que otras personas que quisieran hacer parte de ella pudieran integrarse”, recuerda Ferney, quien, si bien manifiesta que no ha sido fácil, reconoce que todos han tenido la fuerza para subsistir. 

La comunidad se llama Canaán y está habitada por unas cien personas. Llegó de Angostura, municipio de Timbiquí, hace doce años. La asociación a la que pertenece es Gloria de Dios (Asoglodi). “Somos una comunidad cristiana, profesamos la religión cristiana, todo lo que vemos alrededor de nosotros, en el entorno en el que convivimos, la materia prima, los tintes, los colores que nosotros logramos obtener, vienen de la naturaleza, creemos que todo lo que nos rodea es la creación de Dios. Él lo creó todo con un propósito, con un sentido”, dice.

Y de esa naturaleza sacan la materia prima. Las fibras, los tintes, tanto para las piezas de uso diario como para las que tienen un fin comercial. Su cotidianidad está marcada por el asombro ante la riqueza de su fauna y su flora; por las aguas caudalosas de unos ríos que les dan vida y por el deseo de vivir de esas artesanías que cada vez se hacen con mayor esmero. “Una vez que empezamos a comercializar los productos que nosotros usamos en el día a día, sentimos que esas cosas que eran muy nuestras, muy personales, como de adentro, se van hacia afuera para darnos a conocer y así abrir negocios o ventas”. Agrega que los miembros de la etnia Eperara Siapidaara de Canaán, a la que pertenece, son reservados en cuanto al trabajo que hacen. Ahora, con el apoyo de Artesanías de Colombia han logrado dejar un poco atrás el silencio sobre su hacer para compartirlo, pues saben que parte de su calidad de vida, depende de ese arte heredado y aprendido por tradición oral.

Para elaborar sus artesanías usan la paja tetera, una palma pequeña, de entre dos y tres metros de alto, que se consigue en la cabecera de los ríos y en sus orillas. El proceso es largo. La preparación puede durar entre ocho y diez días de trabajo. Primero está la recolección, después se pasa al secado. Usan el tallo. “Requiere mucho cuidado y mucha dedicación”, explica Ferney, quien comienza su labor con los primeros rayos del sol y concluye cuando este se esconde. 

Aunque por tradición el trabajo de cestería ha marcado el hacer de las mujeres, ahora también los hombres ponen sus manos para elaborar canastos, individuales, sombreros, floreros, fruteros, carteras, cajas con tapa, petacas, paneras, abanicos y papeleras. Niñas, niños y adolescentes aprenden el oficio de manera oral y poco a poco van haciendo sus propias creaciones. “En nuestra cultura se aprende el arte desde que estamos pequeños. Nacemos para eso, no es una obligación, es algo natural desde temprana edad”. 

La mayoría de los habitantes de Canaán sacan el sustento de la artesanía, otros se dedican a la siembra y a la pesca. Si bien viven cerca al casco urbano, están en medio del bosque, en su mayoría de árboles nativos. ¿Y qué árboles hay? “Todos los que se imagine”, dice Ferney, orgulloso del rico ecosistema que pisa, una tierra cálida, húmeda, en el Pacífico colombiano, propicia para el coco y el plátano; un lugar con abundantes aguas que entregan en algunas temporadas el regalo de una buena pesca.

Los colores para sus diseños los buscan en esa naturaleza exuberante. Los sacan de la tierra, las cáscaras, las hojas, las semillas, las cortezas y las guascas. Algunos se deben triturar y macerar, otros se cocinan, hay semillas que se dejan secar y otras permanecen en el agua durante varios días. Todo depende de los tonos que se quiera lograr, explica Ferney, quien se siente feliz en su matrimonio y con sus dos hijas de 21 y 17 años. Todos en su familia conocen los misterios de la paja tetera, esa que siempre puede recogerse y que se siembra permanentemente para que no se acabe.

El tejido pez surge porque viven cerca a los ríos y al mar. El río Jordán, que cruza su poblado, desemboca en el río Guapi. Una de las formas de mayor resonancia cuando salen a las ferias es el Canasto Cuatro Tetas, un objeto que se ha hecho desde siempre, que hace parte de su cultura. Ahora se exhibe en los encuentros artesanales y en algunas tiendas -como Bergdorf Goodman, de Nueva York- y se teje en diferentes dimensiones. Su idea, dice, es trabajar desde lo tradicional tratando de innovar. Se han dado a conocer a través de Artesanías de Colombia y a través de las redes sociales. Muchos objetos los hacen bajo pedido. 

De su trabajo en la cestería le gusta todo. Cada quien en la comunidad tiene su espacio y es responsable de conseguir la materia prima. 

Algunos años han pasado desde que comenzó a tejer con la palma tetera. Cada obra tiene la energía de su ser. Cada uno de los objetos los elabora, no como una obligación, sino con la idea de dar gracias. Por eso, ha insistido en que las artesanías son una forma de salir adelante. Como líder espiritual y social, Ferney Mejía dice que “no podemos creer que esto no es posible. Hay que intentarlo. No podemos pensar que nuestras dificultades van a permanecer y que si nacimos así no podemos hacer nada para mejorar. Tengo esperanza. Por eso creo que, si bien la colaboración del Gobierno es importante, los emprendimientos propios, de nuestro grupo, son fundamentales para cumplir nuestros sueños”. Él está convencido de los talentos o dones de cada uno, sabe que, si trabajan con un objetivo pueden alcanzar muchas cosas, cada uno desde su taller y juntos como indígenas, artesanos y sembradores. Igualmente, ha tratado de que su lengua se conserve, así como la herencia de sus mayores.

Arañas, sapos, peces y monos; el camino de la tortuga o los ojos del camarón; el vuelo de una mariposa o de un pájaro, el correr sereno del agua inspiran los diseños artesanales de esta comunidad que está relacionada íntimamente con su entorno, en el que la biodiversidad se observa en la riqueza de sus aves y en sus bosques, en los que palmas, cedros, juncos, nogales, robles y guayacanes hacen parte del paisaje natural que los envuelve.  

Expoartesano La Memoria 2020, es el escenario en el que confluyen gran parte de las historias de los artesanos de nuestro país. Por eso, hoy compartimos la de Ferney Mejía, artesano de la etnia Eperara Siapidaara de la comunidad Canaán, quienes se inspiran en su entorno para darle forma a los diseños de sus artesanías: 
En medio de una abundante vegetación, con unos verdes imposibles de describir, Ferney Mejía, líder y artesano de Guapi, Cauca, siente correr por sus venas la savia que alimenta su ser indígena. 
Como artesano se sabe heredero de una tradición que ha realizado objetos de cestería con fines cotidianos. “Nuestros canastos nos acompañan cuando vamos a pescar y a recoger frutas. Lo comercial ha ido llegando poco a poco. Son productos que están con nosotros desde siempre”.
“En el lugar en el que vivo, en el municipio de Guapi, Cauca, somos un grupo muy pequeño. Las familias que estamos aquí fuimos desplazadas. Yo fui desplazado y busqué una solución para seguir adelante con mi familia. Llegué primero a esta tierra, luego pude comprar un lote. Y tuve la oportunidad de establecer una comunidad para que otras personas que quisieran hacer parte de ella pudieran integrarse”, recuerda Ferney, quien, si bien manifiesta que no ha sido fácil, reconoce que todos han tenido la fuerza para subsistir. 
La comunidad se llama Canaán y está habitada por unas cien personas. Llegó de Angostura, municipio de Timbiquí, hace doce años. La asociación a la que pertenece es Gloria de Dios (Asoglodi). “Somos una comunidad cristiana, profesamos la religión cristiana, todo lo que vemos alrededor de nosotros, en el entorno en el que convivimos, la materia prima, los tintes, los colores que nosotros logramos obtener, vienen de la naturaleza, creemos que todo lo que nos rodea es la creación de Dios. Él lo creó todo con un propósito, con un sentido”, dice.
Y de esa naturaleza sacan la materia prima. Las fibras, los tintes, tanto para las piezas de uso diario como para las que tienen un fin comercial. Su cotidianidad está marcada por el asombro ante la riqueza de su fauna y su flora; por las aguas caudalosas de unos ríos que les dan vida y por el deseo de vivir de esas artesanías que cada vez se hacen con mayor esmero. “Una vez que empezamos a comercializar los productos que nosotros usamos en el día a día, sentimos que esas cosas que eran muy nuestras, muy personales, como de adentro, se van hacia afuera para darnos a conocer y así abrir negocios o ventas”. Agrega que los miembros de la etnia Eperara Siapidaara de Canaán, a la que pertenece, son reservados en cuanto al trabajo que hacen. Ahora, con el apoyo de Artesanías de Colombia han logrado dejar un poco atrás el silencio sobre su hacer para compartirlo, pues saben que parte de su calidad de vida, depende de ese arte heredado y aprendido por tradición oral.
Para elaborar sus artesanías usan la paja tetera, una palma pequeña, de entre dos y tres metros de alto, que se consigue en la cabecera de los ríos y en sus orillas. El proceso es largo. La preparación puede durar entre ocho y diez días de trabajo. Primero está la recolección, después se pasa al secado. Usan el tallo. “Requiere mucho cuidado y mucha dedicación”, explica Ferney, quien comienza su labor con los primeros rayos del sol y concluye cuando este se esconde. 
Aunque por tradición el trabajo de cestería ha marcado el hacer de las mujeres, ahora también los hombres ponen sus manos para elaborar canastos, individuales, sombreros, floreros, fruteros, carteras, cajas con tapa, petacas, paneras, abanicos y papeleras. Niñas, niños y adolescentes aprenden el oficio de manera oral y poco a poco van haciendo sus propias creaciones. “En nuestra cultura se aprende el arte desde que estamos pequeños. Nacemos para eso, no es una obligación, es algo natural desde temprana edad”. 
La mayoría de los habitantes de Canaán sacan el sustento de la artesanía, otros se dedican a la siembra y a la pesca. Si bien viven cerca al casco urbano, están en medio del bosque, en su mayoría de árboles nativos. ¿Y qué árboles hay? “Todos los que se imagine”, dice Ferney, orgulloso del rico ecosistema que pisa, una tierra cálida, húmeda, en el Pacífico colombiano, propicia para el coco y el plátano; un lugar con abundantes aguas que entregan en algunas temporadas el regalo de una buena pesca.
Los colores para sus diseños los buscan en esa naturaleza exuberante. Los sacan de la tierra, las cáscaras, las hojas, las semillas, las cortezas y las guascas. Algunos se deben triturar y macerar, otros se cocinan, hay semillas que se dejan secar y otras permanecen en el agua durante varios días. Todo depende de los tonos que se quiera lograr, explica Ferney, quien se siente feliz en su matrimonio y con sus dos hijas de 21 y 17 años. Todos en su familia conocen los misterios de la paja tetera, esa que siempre puede recogerse y que se siembra permanentemente para que no se acabe.
El tejido pez surge porque viven cerca a los ríos y al mar. El río Jordán, que cruza su poblado, desemboca en el río Guapi. Una de las formas de mayor resonancia cuando salen a las ferias es el Canasto Cuatro Tetas, un objeto que se ha hecho desde siempre, que hace parte de su cultura. Ahora se exhibe en los encuentros artesanales y en algunas tiendas -como Bergdorf Goodman, de Nueva York- y se teje en diferentes dimensiones. Su idea, dice, es trabajar desde lo tradicional tratando de innovar. Se han dado a conocer a través de Artesanías de Colombia y a través de las redes sociales. Muchos objetos los hacen bajo pedido. 
De su trabajo en la cestería le gusta todo. Cada quien en la comunidad tiene su espacio y es responsable de conseguir la materia prima. 
Algunos años han pasado desde que comenzó a tejer con la palma tetera. Cada obra tiene la energía de su ser. Cada uno de los objetos los elabora, no como una obligación, sino con la idea de dar gracias. Por eso, ha insistido en que las artesanías son una forma de salir adelante. Como líder espiritual y social, Ferney Mejía dice que “no podemos creer que esto no es posible. Hay que intentarlo. No podemos pensar que nuestras dificultades van a permanecer y que si nacimos así no podemos hacer nada para mejorar. Tengo esperanza. Por eso creo que, si bien la colaboración del Gobierno es importante, los emprendimientos propios, de nuestro grupo, son fundamentales para cumplir nuestros sueños”. Él está convencido de los talentos o dones de cada uno, sabe que, si trabajan con un objetivo pueden alcanzar muchas cosas, cada uno desde su taller y juntos como indígenas, artesanos y sembradores. Igualmente, ha tratado de que su lengua se conserve, así como la herencia de sus mayores.
Arañas, sapos, peces y monos; el camino de la tortuga o los ojos del camarón; el vuelo de una mariposa o de un pájaro, el correr sereno del agua inspiran los diseños artesanales de esta comunidad que está relacionada íntimamente con su entorno, en el que la biodiversidad se observa en la riqueza de sus aves y en sus bosques, en los que palmas, cedros, juncos, nogales, robles y guayacanes hacen parte del paisaje natural que los envuelve.  
 * Texto escrito con ocasión de la décimoprimera edición de Expoartesano La Memoria, feria realizada del 29 de octubre al 2 de noviembre de 2020

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28 de marzo de 2024 - Última actualización: 28 de marzo de 2024

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