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Leonidas Gutiérrez, un canto a las fibras del cumare

Por Beatriz Mesa Mejía. miércoles 28 de octubre de 2020

Él hace parte de la etnia Coreguaje y es heredero de un legado artesanal enorme: el tejido en fibra de cumare. ¡Lea su historia!

Artesano Leonidas Gutiérrez
Leonidas Gutiérrez - Imagen: Artesanías de Colombia

Expoartesano La Memoria 2020, es el escenario en el que confluyen gran parte de las historias de los artesanos de nuestro país. Por eso, hoy compartimos la de Leonidas Gutiérrez, un artesano que lleva en sus manos, el valor de la historia y del tejido de su pueblo: 

En el resguardo indígena Agua Negra, en el municipio de Milán, Caquetá, vive Leonidas Gutiérrez, integrante de la etnia Coreguaje, quien con su trabajo artesanal ha logrado dar a conocer el legado de sus mayores. 

El lugar donde habita está bañado por el río Orteguaza, que al ser navegable comunica a varias poblaciones y, por tanto, tiene una importancia mayor en la región. Se vive de la agricultura, de la pesca y de la artesanía. Esta es una zona donde hay varios resguardos en los que sus habitantes custodian su cultura para que permanezca en las nuevas generaciones. Cultivan el maíz, la yuca, el plátano, el arroz, en medio de una naturaleza pródiga, que los nutre con su savia. Una zona selvática donde, además del bosque nativo, hay naranjos, papayos, palmas de coco, guayabas, caimos, platanillos, guamos, laureles, aceitunos, achiotes. Vive con su esposa, Pacífica, y con su hijo, Cristian. 

“Somos conservadores de nuestro territorio porque lo respetamos y de ahí sacamos nuestro alimento y las materias primas con que trabajamos”, dice Leonidas, quien explica que una gran parte de la comunidad vive de las artesanías trabajadas con la palma de cumare o chambira, de la que extraen una fibra natural. Se obtiene retirando la capa exterior del cogollo, que es como una película muy delgada en forma de cinta. Los tintes también son naturales. Semillas, raíces, hojas y barro, algunas flores, frutas y cortezas, dan identidad a sus tejidos, se lavan, se maceran y cocinan. Se hacen mezclas o se deja el primer color. 

La fibra de la palma se tuerce de manera manual, un proceso que demanda experiencia en el manejo del material. La delicadeza de los hilos exige concentración, las manos expertas dan cuenta de un conocimiento invaluable. Así se van formando los cordones, finos, delicados.

Se trata de un árbol que tiene muchas espinas en su tronco y de él toman el cogollo que cortan, sin maltratarlo, con un garabato o media luna. Un proceso dispendioso. Deben deshilachar, lavar los hilos, cocinarlos, secarlos dos o tres días al sol y prepararlos para iniciar el tejido. Los hilos suaves, gruesos o delgados, se entorchan o se hilan, dependiendo del calibre.

Cada trabajo es único. Leonidas explica que el tejido viene con la historia de su pueblo. Lo llaman escamas de pescado y es una especie de red. Cuenta él que un sabedor quiso un día conocer el mundo y a la orilla de un río se encontró con una mujer, Mochawa, y esta le enseñó los secretos de la tejeduría, la cual encarna el pensamiento y la fuerza del ser femenino. El tejido representa el espíritu de la sirena, es unidad, ella al tejer se inspiraba en los numerosos peces que veía en el río y así creo una obra en forma de escama. Por tanto, el tejido surge de una raíz auténtica, representa tradición, pureza de pensamiento. 

Entre las artesanías de los Coreguaje están las mochilas, las hamacas, las esteras, los collares y las manillas, también realizan bancos, remos y canoas con maderas de achapo, cedro o canelo. 

Trabajan el macramé, el croché, la técnica del nudo, el enrollado y mallado. Se usan agujas y algunos tejidos salen del telar. “Artesanías de Colombia nos estimula para que innovemos en nuestros diseños a partir de lo autóctono que conservamos”. Si bien son las mujeres las que han trabajado las artesanías, algunos hombres han decidido seguir sus pasos, como lo ha hecho Leonidas. 

En la comunidad viven unas cincuenta familias y muchas de ellas reciben su sustento del trabajo artesanal. Una labor que se hace en cada hogar, de manera independiente. “Damos a conocer los productos a través de una microempresa que tiene un sentido comunitario. Tenemos contacto con Artesanías de Colombia que nos presta asesoría, especialmente en los terminados, y nos ayuda con la comercialización”. Incluso, enviaron un prototipo a unas señoras francesas y están a la espera de una respuesta.

Lo sagrado está en sus trabajos artesanales. Allí habita su cosmogonía en la que se parte de tres instancias distintas. Las mochilas reflejan esos contrastes: “estamos trabajando con tres colores, el de abajo es oscuro, representa el universo invisible; en el medio usamos el color beige y es el mundo en el que vivimos y en la parte superior hay un color mostaza que se identifica con el sol, es la luz que resplandece, la energía y el alimento. Una línea negra o amarilla simboliza el círculo, camino de su cosmogonía. Los flecos de algunos bolsos interpretan la riqueza de la madre naturaleza, la frondosidad, la abundancia de la rica vegetación.

A Leonidas Gutiérrez lo que más le gusta de su oficio es el rescate de los símbolos que están en la raíz de su cultura, muchos de los cuales se han ido perdiendo. Le gusta tejer, innovar y comercializar. “Hoy en día estamos en un mundo de tecnología que nos envuelve y si no actuamos rápido tal vez no podamos salvaguardar nuestra identidad. Por eso somos celosos de nuestros saberes. Hay que resistir por nuestros ancestros y por nosotros que, como ellos, tenemos que dejar nuestro legado”. Por eso está empeñado en elaborar un compendio que reúna las costumbres y tradiciones. 

Como líder de su comunidad, está impulsando una campaña para motivar a niños y jóvenes para que conozcan y se apropien de esos orígenes. Quisiera que valoraran el ser indígena y que se sientan orgullosos de lo que son y de su lengua Corewahe. Aquí el papel de los mayores es fundamental, pues requiere de un trabajo de sensibilización profundo que debe comenzar en las familias y continuar en la escuela para “demostrar que la cultura como identidad es la clave para permanecer como etnia y tener un futuro”. Por eso también sueña con fundar una escuela artesanal, un deseo difícil de cumplir mientras no tenga apoyo del Estado y de Corpoamazonía. 

Además de la palma de cumare y la madera, usan las semillas de sus bosques y, como elementos complementarios, las chaquiras, que compran en Florencia, capital de Caquetá, un municipio que está a unas tres horas del resguardo.

La mochila de cumare, dice Leonidas, es la artesanía que tiene más símbolos, pues representa el pensamiento de la mujer indígena, así como la unidad y la armonía de la etnia que se sustenta en el buen actuar. Cada día él pide permiso a la naturaleza con un sentido espiritual para usar lo que ella le entrega y para que le de sabiduría en su trabajo. 

* Texto escrito con ocasión de la décimoprimera edición de Expoartesano La Memoria, feria realizada del 29 de octubre al 2 de noviembre de 2020.

Expoartesano La Memoria 2020, es el escenario en el que concluyen en línea, gran parte de las historias de los artesanos de nuestro país. Por eso, hoy compartimos la de Leonidas Gutiérrez, un artesano que lleva en sus manos, el valor de la historia y del tejido de su pueblo: 
En el resguardo indígena Agua Negra, en el municipio de Milán, Caquetá, vive Leonidas Gutiérrez, integrante de la etnia Coreguaje, quien con su trabajo artesanal ha logrado dar a conocer el legado de sus mayores. 
El lugar donde habita está bañado por el río Orteguaza, que al ser navegable comunica a varias poblaciones y, por tanto, tiene una importancia mayor en la región. Se vive de la agricultura, de la pesca y de la artesanía. Esta es una zona donde hay varios resguardos en los que sus habitantes custodian su cultura para que permanezca en las nuevas generaciones. Cultivan el maíz, la yuca, el plátano, el arroz, en medio de una naturaleza pródiga, que los nutre con su savia. Una zona selvática donde, además del bosque nativo, hay naranjos, papayos, palmas de coco, guayabas, caimos, platanillos, guamos, laureles, aceitunos, achiotes. Vive con su esposa, Pacífica, y con su hijo, Cristian. 
“Somos conservadores de nuestro territorio porque lo respetamos y de ahí sacamos nuestro alimento y las materias primas con que trabajamos”, dice Leonidas, quien explica que una gran parte de la comunidad vive de las artesanías trabajadas con la palma de cumare o chambira, de la que extraen una fibra natural. Se obtiene retirando la capa exterior del cogollo, que es como una película muy delgada en forma de cinta. Los tintes también son naturales. Semillas, raíces, hojas y barro, algunas flores, frutas y cortezas, dan identidad a sus tejidos, se lavan, se maceran y cocinan. Se hacen mezclas o se deja el primer color. 
La fibra de la palma se tuerce de manera manual, un proceso que demanda experiencia en el manejo del material. La delicadeza de los hilos exige concentración, las manos expertas dan cuenta de un conocimiento invaluable. Así se van formando los cordones, finos, delicados.
Se trata de un árbol que tiene muchas espinas en su tronco y de él toman el cogollo que cortan, sin maltratarlo, con un garabato o media luna. Un proceso dispendioso. Deben deshilachar, lavar los hilos, cocinarlos, secarlos dos o tres días al sol y prepararlos para iniciar el tejido. Los hilos suaves, gruesos o delgados, se entorchan o se hilan, dependiendo del calibre.
Cada trabajo es único. Leonidas explica que el tejido viene con la historia de su pueblo. Lo llaman escamas de pescado y es una especie de red. Cuenta él que un sabedor quiso un día conocer el mundo y a la orilla de un río se encontró con una mujer, Mochawa, y esta le enseñó los secretos de la tejeduría, la cual encarna el pensamiento y la fuerza del ser femenino. El tejido representa el espíritu de la sirena, es unidad, ella al tejer se inspiraba en los numerosos peces que veía en el río y así creo una obra en forma de escama. Por tanto, el tejido surge de una raíz auténtica, representa tradición, pureza de pensamiento. 
Entre las artesanías de los Coreguaje están las mochilas, las hamacas, las esteras, los collares y las manillas, también realizan bancos, remos y canoas con maderas de achapo, cedro o canelo. 
Trabajan el macramé, el croché, la técnica del nudo, el enrollado y mallado. Se usan agujas y algunos tejidos salen del telar. “Artesanías de Colombia nos estimula para que innovemos en nuestros diseños a partir de lo autóctono que conservamos”. Si bien son las mujeres las que han trabajado las artesanías, algunos hombres han decidido seguir sus pasos, como lo ha hecho Leonidas. 
En la comunidad viven unas cincuenta familias y muchas de ellas reciben su sustento del trabajo artesanal. Una labor que se hace en cada hogar, de manera independiente. “Damos a conocer los productos a través de una microempresa que tiene un sentido comunitario. Tenemos contacto con Artesanías de Colombia que nos presta asesoría, especialmente en los terminados, y nos ayuda con la comercialización”. Incluso, enviaron un prototipo a unas señoras francesas y están a la espera de una respuesta.
Lo sagrado está en sus trabajos artesanales. Allí habita su cosmogonía en la que se parte de tres instancias distintas. Las mochilas reflejan esos contrastes: “estamos trabajando con tres colores, el de abajo es oscuro, representa el universo invisible; en el medio usamos el color beige y es el mundo en el que vivimos y en la parte superior hay un color mostaza que se identifica con el sol, es la luz que resplandece, la energía y el alimento. Una línea negra o amarilla simboliza el círculo, camino de su cosmogonía. Los flecos de algunos bolsos interpretan la riqueza de la madre naturaleza, la frondosidad, la abundancia de la rica vegetación.
A Leonidas Gutiérrez lo que más le gusta de su oficio es el rescate de los símbolos que están en la raíz de su cultura, muchos de los cuales se han ido perdiendo. Le gusta tejer, innovar y comercializar. “Hoy en día estamos en un mundo de tecnología que nos envuelve y si no actuamos rápido tal vez no podamos salvaguardar nuestra identidad. Por eso somos celosos de nuestros saberes. Hay que resistir por nuestros ancestros y por nosotros que, como ellos, tenemos que dejar nuestro legado”. Por eso está empeñado en elaborar un compendio que reúna las costumbres y tradiciones. 
Como líder de su comunidad, está impulsando una campaña para motivar a niños y jóvenes para que conozcan y se apropien de esos orígenes. Quisiera que valoraran el ser indígena y que se sientan orgullosos de lo que son y de su lengua Corewahe. Aquí el papel de los mayores es fundamental, pues requiere de un trabajo de sensibilización profundo que debe comenzar en las familias y continuar en la escuela para “demostrar que la cultura como identidad es la clave para permanecer como etnia y tener un futuro”. Por eso también sueña con fundar una escuela artesanal, un deseo difícil de cumplir mientras no tenga apoyo del Estado y de Corpoamazonía. 
Además de la palma de cumare y la madera, usan las semillas de sus bosques y, como elementos complementarios, las chaquiras, que compran en Florencia, capital de Caquetá, un municipio que está a unas tres horas del resguardo.
La mochila de cumare, dice Leonidas, es la artesanía que tiene más símbolos, pues representa el pensamiento de la mujer indígena, así como la unidad y la armonía de la etnia que se sustenta en el buen actuar. Cada día él pide permiso a la naturaleza con un sentido espiritual para usar lo que ella le entrega y para que le de sabiduría en su trabajo. 
* Texto escrito con ocasión de la décimoprimera edición de Expoartesano La Memoria, feria realizada del 29 de octubre al 2 de noviembre de 2020.  

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25 de noviembre de 2024 - Última actualización: 20 de noviembre de 2024

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