Por Beatriz Mesa Mejía sábado 31 de octubre de 2020
Con amor y respeto por su oficio, este artesano crea diferentes productos de marroquinería bajo una propuesta minimalista y tradicional, caracterizada por el cuidado y la calidad en los detalles.
Expoartesano La Memoria 2020, es el escenario en el que confluyen gran parte de las historias de los artesanos de nuestro país. Por eso, hoy compartimos la de Eduard Martínez, un artesano antioqueño y radicado en Bogotá, quien encontró en el trabajo en cuero, una mejor versión de su vida. El cuidado en los detalles que llevan sus productos y el equilibrio entre lo hecho a mano y la conciencia ambiental, lo han llevado a ser un artesano auténtico:
El trazo delicado en una hoja da inicio a una labor que para Eduard Martínez Cano tiene un sentido mayor. Y esto se advierte cuando uno habla con él. El respeto a su oficio, a los clientes y al material, se convierte en una trilogía que le permite cada día crecer más.
Han pasado varias décadas desde el momento en que decidió dedicarse al trabajo artesanal, luego de estudiar Artes Plásticas en la Universidad de Antioquia en Medellín y de pasar por la Escuela de Artes y Oficios Santo Domingo, en Bogotá, donde se educó como maestro del trabajo en cuero.
Su taller estuvo primero en Medellín. Hacía bolsos en lona, fique, tejidos y con mezclas de otros materiales. Luego de participar en una feria organizada por Artesanías de Colombia en Bogotá, sus ideas se clarificaron y algunos diseñadores que visitaron el encuentro artesanal, le pidieron realizar unos trabajos solo en cuero. Y allí encontró la inspiración en un material que se quedó en su corazón desde ese entonces.
Su trabajo lo realiza con sutileza, en silencio. Su taller es sagrado, porque desde él no solo logra expresarse con un lenguaje personal, muy libre, sino que de allí sale el sustento para su familia, su esposa y su hija.
“Desde pequeño me gustaron las manualidades. En un principio fui muy empírico, luego me fui formando”. La participación en las ferias, no solo se ha convertido en un reto por las exigencias, sino que le ha permitido expandir su mundo con nuevas ideas sin traicionar su estilo.
Trasladó su taller convencido de que la capital del país le abriría otras puertas. “En 2008 o 2009 decidí venirme a vivir a Bogotá para estudiar en la Escuela Santo Domingo y, como artista plástico, de manera casi inconsciente, comencé a aplicar el arte en los trabajos manuales”. Una fortaleza, sin duda.
“Yo alternaba el arte con la artesanía y hacía algunos objetos, pero luego me dediqué al oficio en piel. Creo que el arte se refleja en la capacidad de comprender el diseño, las formas, la estética… sin embargo, desarrollo piezas artesanales”.
Su casa-taller está cerca al Parque Simón Bolívar en Bogotá, y su marca es “Taller Martínez C. Hacer a mano”. Tiene clientes fieles que desde hace años le encargan trabajos. Además, cada fin de semana lleva sus productos a un mercado en Usaquén, una localidad turística que se ha convertido en punto de encuentro. Igualmente, “con Artesanías de Colombia se ha dado una dinámica sostenible que ha permitido que los artesanos tengamos mayores ingresos. Las ferias de Bogotá y Medellín son muy relevantes”, dice Eduard, quien tiene muy claro el ADN de su negocio.
A lo largo de los años, explica, “uno va encontrando una identidad de taller y eso se aprende al participar en estas ferias. Desde que comencé fui tanteando diferentes diseños, diferentes formas, hasta que encontré un lenguaje: elaborar piezas en las que se resalta el oficio, la costura y los detalles de corte y acabado”.
Su propuesta es “minimalista y tradicional”, y esto significa que, a partir del uso de técnicas clásicas, hace diseños atemporales y con los mínimos elementos. “Tengo la noción de reducir materiales, que el cuero se exprese por sí mismo, que se vea su cualidad y el trabajo artesanal. Mis piezas cada vez tienen un corte más sencillo. El ejercicio está en definir el valor y sentido de la marca: artículos básicos, exclusivos y con todo el detalle de la artesanía”.
La marroquinería es su fuerte, aunque a veces hace objetos decorativos para el hogar.“Procuro la reducción del material y solo uso cuero, trato de no usar herrajes, forros o cartones”. Como es artesanal, “uno lo que hace es sacarle el mayor provecho a la piel, para no desperdiciar nada y no tener que comprar otros elementos, porque también se vuelve un problema de tipo ambiental, entre más piezas tenga un bolso, cuando se va a desechar, el daño ecológico es mayor”, afirma, consciente del significado de las acciones individuales.
Elabora bolsos grandes y pequeños para ir de viaje y de uso cotidiano; carrieles para llevar cruzados, billeteras, monederos, entre otros. En su paleta están los colores miel, rojo, café, negro, ocre, marrón, azul y cereza. Algunos llevan grabados, repujados y trenzados. Y teniendo en cuenta esa marroquinería funcional, a veces los clientes, cuando dejan de usar el bolso, se lo devuelven para que él lo recicle.
Como materia prima usa el cuero de la res y lo consigue con un proveedor que hace la curtición con taninos vegetales, sin uso de cromo o metales pesados. Al tiempo que cuida el medio ambiente, la piel tiene una mayor maleabilidad, se deja trabajar muy bien. “Elijo curtiembres que tienen planta de tratamiento y cumplen la normativa ecológica para el tratamiento de agua”, explica Eduard Martínez, quien, cuando compra cuero natural, él mismo lo tintura, sin embargo, es una práctica que cada vez hace menos… “la curtiembre nos adelanta el proceso de tintura, que es muy engorroso”. Además, solo trabaja con pieles de reses que deja la industria cárnica, “hay que entender que es un desecho, lo que hacen las curtiembres es un reciclaje de un material que tiene muchos usos en el mundo artesanal, industrial y decorativo. Estas empresas lo que hacen es usar un producto que si no se usa, se bota”.
Su producción no es en cadena, es a escala humana, por tanto, solo fabrica cantidades pequeñas. “No se piensa en grandes volúmenes, no tengo la capacidad y no la pretendo, porque se pierde el objetivo de sostenibilidad, producir más de lo que puede adquirir la gente es inútil, no tiene sentido”. Lo suyo es una producción limitada.
Eduard explica que el cuero es un material duradero, resistente y ecológico, en el sentido de que no hay que lavarlo. No se rompe ni se rasga. Con el tiempo adquiere una pátina que lo hace único, como si quedaran las huellas de quien lo usa. “Cuando envejece pierde las cualidades de cuando está nuevo, sin embargo, coge cierto toque vintage o de añejamiento”. Y cuando se desecha, es un material orgánico que se deteriora en el ambiente y no causa tanto daño como el plástico.
Agrega que lo artesanal tiene un lenguaje propio. “El cliente también imprime su historia. Y eso es lo que uno quiere como artesano, hacer un objeto que quien lo use, se exprese a través de él, descubriendo su propia gramática para decirle a los demás qué tipo de persona es”.
“Poco a poco uno desarrolla el oficio, sin embargo, lo importante es encontrar la identidad que sea capaz de encajar con el gusto de los compradores. Yo trato de transmitir mi pensamiento y mi relación con el mundo. Que se comprenda el concepto de sencillez que hay en estas piezas contemporáneas, que no pretenden ni llamar la atención ni ser ruidosas, ni con su diseño ni con el color. Por eso mis propuestas son minimalistas, muy discretas y con una calidad superior en los acabados, en la confección de los detalles”.
Si algo define a Eduard en su taller es aquel: “menos es más… cuando hablas de producción a escala humana, si intentas hacer más de lo que tu capacidad te da, pierdes el concepto de equilibrio”.
Estados Unidos, Canadá, Alemania, Suiza, hasta allá han volado sus bolsos. Una de las razones de compra, dice, es que la piel para muchos es símbolo de protección, como un abrazo”.
El cuero nos permite descubrir la belleza del material, dice Eduard Martínez, al tiempo que hace una confesión: “si bien tenemos muchas formas de expresarnos, me siento feliz con la que elegí”.
* Texto escrito con ocasión de la décimoprimera edición de Expoartesano La Memoria, feria realizada del 29 de octubre al 2 de noviembre de 2020.