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"Este tejido es mi vida". Celvina Ramírez

Por Sistema de Información para la Artesanía - Siart. miércoles 4 de abril de 2018

Le invitamos a conocer la historia de Celvina Ramírez, la artesana huilense que en 2017, ganó la Medalla a la Maestría Artesanal en la categoría Tradicional.

Historia de vida: Celvina Ramírez
Maestra artesana Celvina Ramírez - Imagen: Artesanías de Colombia

A Celvina Ramírez se le nota la vida en los ojos y en los movimientos de sus manos. Y se le nota porque desde que tiene memoria, sus ojos y sus manos han estado ligados al tejido.  Ella, artesana de tradición huilense quien a sus 71 años obtuvo la Medalla a la Maestría Artesanal en la categoría Tradicional en 2017, nos contó su historia: 

«Yo soy de Acevedo, Huila, un municipio que queda a media hora de Suaza. A los siete años aprendí a tejer el sombrero de Suaza y en esas ya llevo 64 años. ¿Y cómo no? si toda la vida mía ha sido trabajando con el sombrero, pues aprendí en la casa con mi mamá, mis tías y con la abuela.

Lo que pasa es que el tejido es una tradición que se ha repetido en mi familia durante muchos años. En esa época, para mí, tejer era una diversión. Recuerdo que me hacía feliz aprender a manejar la fibra y me pasaba horas perfeccionando el tejido. No recuerdo bien la fecha, pero sí el primer sombrero que tejí solita solita. Me acuerdo que lo vendí en $20 centavos y duré como ocho días haciéndolo, no hacía más que tejerlo y así le cogí amor al trabajo. 

A mi me gustó mucho este oficio porque fue lo que hice todo el tiempo que viví en la casa de mi mamá. Cuando estábamos allá, había en muchas casas mujeres que tejían, entonces decían, “bueno, nos vamos a acabar el sombrero de fulana”, y una noche nos íbamos todas para una casa y otra noche para otra... y así... , eso lo hacíamos los jueves, viernes y sábados. 

Las mujeres nos poníamos a tejer entre todas el sombrero, estando en esas, llegaba mucha gente y claro, también llegaban los muchachos a enamorar a las muchachas. Ellos llevaban bebidas y música y cuando se terminaba la “minga del sombrero”, amanecíamos bailando.

Después, a los 16 años, me casé y seguía tejiendo los sombreros; a los 13 años de matrimonio, falleció mi esposo y me dediqué a tejer con más ganas porque todas las obligaciones de la casa me tocaban a mi solita. Sola con Dios y la Virgen, que son los que me han apoyado siempre para trabajar.

Tejiendo sombreros crié a mis nueve hijos. Tuve siete hijas mujeres y a ellas desde los cinco, seis y siete años les enseñé a tejer, todas aprendieron. Me tocaba ponerles unos asientos altos para que alcanzaran a agarrar la fibra. Ahora, ya falleció una, pero todas las demás tejen. 

Los sombreros de mi casa se vendían todos a comercializadores, pero un día, un alcalde de Acevedo me preguntó que si no me gustaría salir a dar a conocer el sombrero y venderlo yo misma, porque a nosotros nos los pagaban muy baratos, entonces acepté y la primera vez que salí a venderlos fue a Neiva, en San José de Isnos y en Pitalito; esa vez fui por cuenta de la alcaldía con todos los gastos pagos. 

Con mis sombreros, he recorrido diferentes regiones de Colombia como San Agustín, Pitalito, Neiva, Florencia, Cauca, El Tambo, Popayán, Cali, Cartagena, Barranquilla, Sandoná, Aguadas e Ibagué. En Huila, ya he visitado 37 municipios pero también he participado en ferias como Expoartesanías.

Con el tiempo, se me quitó el miedo y seguí tejiendo y vendiendo mis sombreros. En esto me la paso y ahora estoy muy contenta porque me gané la Medalla a la Maestría Artesanal. Para mí, este reconocimiento es muy significativo porque he trabajado mucho y así mismo he dado a conocer el sombrero.

Me vaya bien o me vaya mal, ahí siempre estoy; este tejido es mi vida y la tejeduría es un orgullo para mí, por eso se lo enseñé a mis hijas y por eso quiero que la tradición se mantenga». 

Aunque en nuestro país se tejen en palma de iraca varias piezas artesanales, Celvina se dedica sólo a elaborar sombreros Suaza. Ella es una de esas artesanas colombianas que con amor férreo por su tradición, afirma sin movérsele un pelo que no se imagina haciendo otro trabajo, tejer es lo que más quiere, lo que más alegrías le ha dado y lo que después de 60 años de oficio, aún hoy, le da para vivir. 

Y usted ¿ya sabe cuánto tarda un artesano en tejer un sombrero Suaza?

«Como los hay de varias calidades y tamaños, entonces así mismo varía el tiempo que uno se  demora en tejer. 

Por lo menos para hacer un sombrero grande, de 14 centímetros de ala con 20 o 22 centímetros de copa, me gasto más de dos meses, pero queda muy bien tejido. Ahora, en uno más pequeño, me demoro 20 días o tres semanas. 

Y en esos que llaman “gardelianos” y que son medianos, puedo tardar 12 días a buen ritmo, tejiendo de día y de noche». Celvina Ramírez.

La Medalla a la Maestría Artesanal es un reconocimiento a la labor de los artesanos de nuestro país, con ella, desde Artesanías de Colombia hoy le decimos a Celvina: ¡Gracias por llenar de orgullo este oficio!

 

Mayores informes:

Ricardo Durán
Artesanías de Colombia S.A.
Bogotá D.C  - Colombia
Teléfono: (57 1) 555 0325 Ext. 1019
Correo de contacto: rduran@artesaniasdecolombia.com.co 

A Celvina Ramírez se le nota la vida en los ojos y en los movimientos de sus manos. Y se le nota porque desde que tiene memoria, sus ojos y sus manos han estado ligados al tejido.  Ella, artesana de tradición huilense quien a sus 71 años obtuvo la Medalla a la Maestría Artesanal en la categoría Tradicional en 2017, nos contó su historia: 
«Yo soy de Acevedo, Huila, un municipio que queda a media hora de Suaza. A los siete años aprendí a tejer el sombrero de Suaza y en esas ya llevo 64 años. ¿Y cómo no? si toda la vida mía ha sido trabajando con el sombrero, pues aprendí en la casa con mi mamá, mis tías y con la abuela.
Lo que pasa es que el tejido es una tradición que se ha repetido en mi familia durante muchos años. En esa época, para mí, tejer era una diversión. Recuerdo que me hacía feliz aprender a manejar la fibra y me pasaba horas perfeccionando el tejido. No recuerdo bien la fecha, pero sí del primer sombrero que tejí solita solita. Me acuerdo que lo vendí en $20 centavos y duré como ocho días haciéndolo, no hacía más que tejerlo y así le cogí amor al trabajo. 
A mi me gustó mucho este trabajo porque eso fue lo que hice todo el tiempo que viví en la casa de mi mamá. Cuando estábamos allá, había en muchas casas mujeres que tejían, entonces decían, “bueno, nos vamos a acabar el sombrero de fulana”, y una noche nos íbamos todas para una casa y otra noche para otra... y así... , eso lo hacíamos los jueves, viernes y sábados. 
Las mujeres nos poníamos a tejer entre todas el sombrero, estando en esas, llegaba mucha gente y claro, también llegaban los muchachos a enamorar a las muchachas. Ellos llevaban bebidas y música y cuando se terminaba la “minga del sombrero”, amanecíamos todos bailando.
Después, a los 16 años, me casé y seguía tejiendo los sombreros, a los 13 años de matrimonio, falleció mi esposo y me dediqué a tejer con más ganas porque todas las obligaciones de la casa me tocaban a mi solita. Sola con Dios y la Virgen, que son los que me han apoyado siempre para trabajar.
Tejiendo sombreros crié a mis nueve hijos. Tuve siete hijas mujeres y a ellas desde los cinco, seis y siete años les enseñé a tejer, todas aprendieron. Me tocaba ponerles unos asientos altos para que alcanzaran a agarrar la fibra. Ahora, ya falleció una, pero todas las demás tejen. 
Los sombreros de mi casa se vendían todos a comercializadores, pero un día, un alcalde de Acevedo me preguntó que si no me gustaría salir a dar a conocer el sombrero y venderlo yo misma, porque a nosotros nos lo pagaban muy baratos, entonces acepté y la primera vez que salí a venderlos fue a Neiva, en San José de Isnos y en Pitalito; esa vez fui por cuenta de la alcaldía con todos los gastos pagos. 
Con mis sombreros, he recorrido diferentes regiones de Colombia como San Agustín, Pitalito, Neiva, Florencia, Cauca, El Tambo, Popayán, Cali, Cartagena, Barranquilla, Sandoná, Aguadas e Ibagué. En Huila , ya he visitado 37 municipios pero también he participado en ferias como Expoartesanías.
Con el tiempo, se me quitó el miedo y seguí tejiendo y vendiendo mis sombreros. En esto me la paso y ahora estoy muy contenta porque me gané la Medalla a la Maestría Artesanal. Para mí, este reconocimiento es muy significativo porque he trabajado mucho y así mismo he dado a conocer el sombrero. Me vaya bien o me vaya mal, ahí siempre estoy; este tejido es mi vida, por eso se lo enseñé a mis hijas y por eso quiero que la tradición se mantenga, es que la tejeduría es un orgullo para mí». 
Aunque en nuestro país, se tejen en palma de iraca varias piezas artesanales, Celvina se dedica sólo a laborar sombreros Suaza. Ella es una de esas artesanas colombianas que con amor férreo por su tradición, afirma sin movérsele un pelo que no se imagina haciendo otro trabajo, el que más quiere, el que más alegrías le ha dado y el que después de 60 años de oficio, aún hoy, le da para vivir. 
Y usted ¿ya sabe cuánto tarda un artesano en tejer un sombrero Suaza?
«Como los hay de varias calidades y tamaños, entonces así mismo varía el tiempo que uno demora en teje. 
Por lo menos para hacer un sombrero grande, de 14 centímetros el ala con 20 o 22 centímetros de copa, me gasto más de dos meses, pero queda muy bien tejido. En uno más pequeño tardo 20 días o tres semanas. 
Y esos que llaman “gardelianos” y que son medianos, puedo tardar 12 días a buen ritmo, de día y de noche». 
La Medalla a la Maestría Artesanal es un reconocimiento a la labor de los artesanos de nuestro país, con ella, desde Artesanías de Colombia hoy le decimos a Celvina ¡Gracias por llenar de orgullo este oficio!
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Ricardo Durán
Artesanías de Colombia S.A.
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23 de abril de 2024 - Última actualización: 22 de abril de 2024

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