Con tagua se puede tallar el futuro

Por Sistema de Información para la Artesanía - Siart.

Historia Naranja: La Tagüería en Bogotá
La Tagüería - Imagen: Artesanías de Colombia

En Bogotá y en un edificio que fue construido en la década del sesenta para albergar una fábrica de botones, funciona hoy La Tagüería, un taller artesanal que completa más de 40 años de historia y que se enfoca en procesar, convertir y adaptar la tagua a las necesidades de sus clientes. 

Alain Misrachi llegó a este lugar en 1977 como socio externo y en 1996 junto a Martha Morales, su esposa, se convirtieron en socios principales y dueños de una empresa productora de botones en tagua y en un plástico acrílico muy fino, que ya no se utiliza más por su costo. 

Poderosos como un botón 

La Taguëría vió la era dorada y el declive del uso de la tagua en Colombia. Sus integrantes, una familia muy unida que completó incluso 60 personas y que hoy llega a 20, han estado siempre dedicados a esta semilla que crece en los bosques húmedos tropicales de la región del Pacífico. 

Anteriormente, dice Alain: “la elaboración del botón era algo increíble en términos de creatividad. Si te fijas bien, un botón es el elemento más pequeño y más creativo que puede tener una prenda de vestir, de hecho, fue el primer elemento publicitario que tuvieron los reyes”.

La Tagüería

En 1997, Alain, Martha y su hijo Olivier viajaron a Nuquí en Chocó para explorar la procedencia de la tagua. Allí conocieron la exuberante y frondosa palma “Phytelephas Macrocarpa”. Esta fue una experiencia maravillosa para ellos y una oportunidad para comenzar a adquirir la tagua directamente en Colombia, pues solían hacerlo en Ecuador. 

Con la primera entrega de tagua que recibieron de Nuquí, Alain comenzó a practicar y a ensayar. En principio eran ideas de productos decorativos porque no sabía cómo cortar cada semilla; ya que antes, recibía las fichas de tagua tajadas desde Ecuador y con ellas, la empresa hacía los botones que exportaba a Europa, Japón y Estados Unidos. 

Lo primero que creó fue “bolas” de tagua, y después, lámparas y juegos para niños. Un día, Alain pensó en cortar las semillas y con creatividad e ingenio, la familia decidió comenzar a crear piezas para accesorios de moda.

La Tagüería

Bisutería en tagua, el marfil vegetal del Pacífico

Para ese momento, el mercado de la tagua a nivel nacional creció y tanto en Ecuador como en Colombia se empezaron a elaborar diferentes productos en tagua de mala calidad; con lo cual, el reconocimiento que tuvo esta semilla decayó, haciéndola ver como algo barato. En su época de fulgor, hubo incluso, una red organizada de recolectores de tagua en Tumaco, municipio que fue el mayor puerto recolector de tagua en el país.

Para el momento en que este taller empezó a hacer bisutería, el mercado nacional se empezó a derrumbar, pero en el exterior la historia fue distinta, para 2008 y en el marco de Expoartesanías, llegaron muchas clientes extranjeros que aún hoy, constituyen un importante renglón en la actividad diaria de los 17 artesanos que trabajan allí. 

A nivel internacional, el producto siempre gusta, el 95% de nuestros clientes son extranjeros y los mercados más grandes son: Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza, Eslovenia, Eslovaquia y Estados Unidos; pero son temporadas; la tagua es utilizada en artículos de moda, así que la tiendas nos compran durante un tiempo. Son tendencias”, sostiene Alain Misrachi.

La Tagüería

Transmitir el oficio para que la tagua siga viva

El propósito de La Tagüería nunca ha sido ser una marca sino mantenerse como un taller, como dice Alain: “somos un taller detrás de las marcas. Desde siempre, los clientes han venido a nuestro taller y nosotros les elaboramos las piezas en tagua para que ellos con su marca y diseño, vendan los productos a su público como quieran”. Es el caso de Mario Hernández, Boots and Bags, Ricardo Pava y otras marcas que en la época dorada de la tagua, por allá en la década del 80, compraba grandes cantidades a La Tagüería. 

Adaptarse a los clientes es una de las estrategias de este taller para mantener viva la tagua, y probablemente allí radica su componente más interesante en cuanto a la innovación de procesos y manejo de la materia prima: “hay tiendas a quienes les vendemos nuestros modelos o diseños; hay diseñadores que nos muestran sus diseños y a quienes les hacemos prototipos hasta que queden perfectos; y hay también a quienes les vendemos fichas para que sean ellos quienes las ensamblen y creen los productos que deseen”, afirma Alain.

Lo que sí hace exclusivamente La Tagüería, es determinar de acuerdo al conocimiento de sus artesanos, el acabado de las piezas. Y es allí donde se puede observar el trabajo artesanal, como señala Alain: “no sacamos una producción en cola, cada pieza por diminuta que sea, debe ser tratada particularmente”. 

La Tagüería

En este momento, el taller está en una fase de apertura digital y hace poco creó su ecosistema en redes sociales con el propósito de generar mayor conocimiento en torno a la tagua, y una mejor cercanía con sus clientes. Sin embargo, su sueño hoy no puede ser más franco:

“Ambientalmente, sería bueno aprender a usar la tagua para crear joyas de calidad con este material; sin embargo, mi sueño sería que en Tumaco, más de cincuenta artesanos aprendieran el oficio y llegarán aquí con nuevas ideas”, afirma Alain Misrachi.

La Tagüería

¿Por qué apoyar la creatividad?

Ni el talento, ni el conocimiento, ni la creatividad son características que se puedan arrebatar. Por el contrario, son aquellas que diferencian no sólo la labor artesanal y las manos que la hacen posible, sino a los productos elaborados. 

El trabajo hecho a mano es creación con talento e imaginación con conocimiento. Por eso, apoyar la creatividad de los artesanos colombianos honrar la historia de sus manos y de su aprendizaje, es reconocer el valor del esfuerzo técnico y creativo de nuestra tierra y de su gente. 

Especial realizado por el Sistema de Información para la Artesanía, Siart, de Artesanías de Colombia.

En Bogotá y en un edificio que fue construido en la década del sesenta para albergar una fábrica de botones, funciona hoy “La Tagüería”, un taller artesanal que completa más de 40 años de historia y que se enfoca en procesar, convertir y adaptar la tagua a las necesidades de sus clientes. 
Alain Misrachi llegó a este lugar en 1977 como socio externo y en 1996 junto a Martha Morales, su esposa, se convirtieron en socios principales y dueños de una empresa productora de botones en tagua y en un plástico acrílico muy fino, que ya no se utiliza más por su costo. 
Poderosos como un botón
La Taguëría vió la era dorada y el declive del uso de la tagua en Colombia. Sus integrantes, una familia muy unida que completó incluso 60 personas y que hoy llega a 20, han estado siempre dedicados a esta semilla que crece en los bosques húmedos tropicales de la región del Pacífico. 
Anteriormente, dice Alain: “la elaboración del botón era algo increíble en términos de creatividad. Si te fijas bien, un botón es el elemento más pequeño y más creativo que puede tener una prenda de vestir, de hecho, fue el primer elemento publicitario que tuvieron los reyes”.
En 1997, Alain, Martha y su hijo Olivier viajaron a Nuquí en Chocó para explorar la procedencia de la tagua. Allí conocieron la exuberante y frondosa palma “Phytelephas macrocarpa”. Esta fue una experiencia maravillosa para ellos y una oportunidad para comenzar a adquirir la tagua directamente en Colombia, pues solían hacerlo en Ecuador. 
Con la primera entrega de tagua que recibieron de Nuquí, Alain comenzó a practicar y a ensayar. En principio eran ideas de productos decorativos porque no sabía cómo cortar cada semilla; ya que antes, recibía las fichas de tagua tajadas desde Ecuador y con ellas, la empresa hacía los botones que exportaba a Europa, Japón y Estados Unidos. 
Lo primero que creó fue “bolas” de tagua, y después, lámparas y juegos para niños. Un día, Alain pensó en cortar las semillas y con creatividad e ingenio, la familia decidió comenzar a crear piezas para accesorios de moda.
Bisutería en tagua, el marfil vegetal del Pacífico
Para ese momento, el mercado de la tagua a nivel nacional creció y tanto en Ecuador como en Colombia se empezaron a elaborar diferentes productos en tagua de mala calidad; con lo cual, el reconocimiento que tuvo esta semilla decayó, haciéndola ver como algo barato. En su época de fulgor, hubo incluso, una red organizada de recolectores de tagua en Tumaco, municipio que fue el mayor puerto recolector de tagua en el país.
Para el momento en que este taller empezó a hacer bisutería, el mercado nacional se empezó a derrumbar, pero en el exterior la historia fue distinta, para 2008 y en el marco de Expoartesanías, llegaron muchas clientes extranjeros que aún hoy, constituyen un importante renglón en la actividad diaria de los 17 artesanos que trabajan allí. 
“A nivel internacional, el producto siempre gusta, el 95% de nuestros clientes son extranjeros y los mercados más grandes son: Japón, Alemania, Francia, Inglaterra, Suiza, Eslovenia, Eslovaquia y Estados Unidos; pero son temporadas; la tagua es utilizada en artículos de moda, así que la tiendas nos compran durante un tiempo. Son tendencias”, sostiene Alain Misrachi.
Transmitir el oficio para que la tagua siga viva
El propósito de La Tagüería nunca ha sido ser una marca sino mantenerse como un taller, como dice Alain: “somos un taller detrás de las marcas. Desde siempre, los clientes han venido a nuestro taller y nosotros les elaboramos las piezas en tagua para que ellos con su marca y diseño, vendan los productos a su público como quieran”. Es el caso de Mario Hernández, Boots and Bags, Ricardo Pava y otras marcas que en la época dorada de la tagua, por allá en la década del 80, compraba grandes cantidades a La Tagüería. 
Adaptarse a los clientes es una de las estrategias de este taller para mantener viva la tagua, y probablemente allí radica su componente más interesante en cuanto a la innovación de procesos y manejo de la materia prima: “hay tiendas a quienes les vendemos nuestros modelos o diseños; hay diseñadores que nos muestran sus diseños y a quienes les hacemos prototipos hasta que queden perfectos; y hay también a quienes les vendemos fichas para que sean ellos quienes las ensamblen y creen los productos que deseen”, afirma Alain.
Lo que sí hace exclusivamente La Tagüería, es determinar de acuerdo al conocimiento de sus artesanos, el acabado de las piezas. Y es allí donde se puede observar el trabajo artesanal, como señala Alain: “no sacamos una producción en cola, cada pieza por diminuta que sea, debe ser tratada particularmente”. 
En este momento, el taller está en una fase de apertura digital y hace poco creó su ecosistema en redes sociales con el propósito de generar mayor conocimiento en torno a la tagua, y una mejor cercanía con sus clientes. Sin embargo, su sueño hoy no puede ser más franco:
“Ambientalmente, sería bueno aprender a usar la tagua para crear joyas de calidad con este material; sin embargo, mi sueño sería que en Tumaco, más de cincuenta artesanos aprendieran el oficio y llegarán aquí con nuevas ideas”, afirma Alain Misrachi. 
¿Por qué apoyar la creatividad?
Ni el talento, ni el conocimiento, ni la creatividad son características que se puedan arrebatar. Por el contrario, son aquellas que diferencian no sólo la labor artesanal y las manos que la hacen posible, sino a los productos elaborados. 
El trabajo hecho a mano es creación con talento e imaginación con conocimiento. Por eso, apoyar la creatividad de los artesanos colombianos honrar la historia de sus manos y de su aprendizaje, es reconocer el valor del esfuerzo técnico y creativo de nuestra tierra y de su gente. 
Especial realizado por el Sistema de Información para la Artesanía, Siart, de Artesanías de Colombia.

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