Artesanía colombiana en Folk Art Market
Por Sistema de Información para la Artesanía Siart
Hugo Jamioy, Johana (Aty) Mestre, Crucelina Chocho, Luis Lisandro Rodríguez y Jesús de la Rosa son los cinco artesanos que viajarán a Nuevo México, Estados Unidos, para representar a Colombia y a sus comunidades en International Folk Art Market, que se realizará del 14 al 16 de julio de 2017. Junto a ellos, irá por primera vez Artesanías de Colombia con un stand institucional.
Algunos como Aty Mestre y Crucelina Chocho también contaron con el apoyo de Artesanías de Colombia para ir el año pasado a la versión 13° de esta feria y llevar sus productos e historias, junto a lo mejor de su herencia colombiana.
International Folk Art Market es el evento más grande de su tipo en el mundo, 160 artesanos de todos los rincones del planeta llevarán sus piezas a este colorido bazar internacional y participarán en el tradicional desfile de países. Algunos llegarán como reconocidos artistas culturales, mientras que para otros, será la primera vez que abandonan su lugar de residencia.
Conoce a los artesanos:
Hugo Jamioy
1000 millas al sur de Colombia, en la comunidad kamënstá de la selva amazónica, nació Hugo Jamioy Juagibioy. Como la mayoría de los miembros de su comunidad, aprendió a tejer collares desde que tenía tres años y a los ocho, ya podía hacer el trabajo de un adulto. En las noches, sentado junto al fogón con su madre y abuela, mientras ellas trabajaban en el telar, aprendió que cada hilo representa a un hombre.
A través de sus collares, elaborados con chaquiras de colores, manifiesta que todos somos parte de un solo tejido llamado mundo y, a la vez, somos símbolos de vida. A cada persona se le entregó un símbolo y un nombre para ser portado y se debe cumplir con el mandato que guarda su significado. “Aprendimos que cada símbolo que tejemos es un mandato que debemos cumplir”, dice Hugo.
Su conexión con la artesanía comenzó en el vientre de su madre, pues mientras ella tejía los chumbes con los que lo envolvería al nacer, hacía meditaciones sobre lo que quería para su vida y su futuro. Cuenta Hugo que sus primeros meses de vida los pasó “enchumbado” a las piernas y el vientre de su mamá, Pastora, irándola tejer. Orgulloso, dice que esa fue su primera escuela, la escuela del hogar, donde no solo se aprende la técnica sino el trasfondo mítico, simbólico y cultural que guarda cada pieza.
“Creo que la artesanía es una herencia que viene con una gran responsabilidad. Con mi paso por la universidad he podido dedicarme al Derecho o a la Agronomía, pero decidí responder a mi primer legado que es ser indígena. Está en nuestras manos prolongar nuestras raíces”, concluye.
Johana (Aty) Mestre
Su nombre en arhuaco, comunidad indígena a la que pertenece, quiere decir “madre del pensamiento”. Aty Nació en Ywewra, conocida como la tierra donde nace el agua, ubicada entre las montañas de la Sierra Nevada. Desde que tiene tres años está involucrada en la confección de mochilas hechas en lana de oveja, pues desde antes de cumplir un año, mientras su madre y su abuela tejían, le entregaban pedazos de lana para jugar y le iban explicando el significado espiritual de los diseños.
La mochila arhuaca o “tutu”, en lengua arhuaca, es una de las artesanías más representativas de Colombia y para Aty es muy importante compartir su conocimiento con otras culturas. “Es un honor mostrar el legado de mis ancestros y todo lo que hemos logrado”. Es la segunda vez que participa en el International Folk Art Market y sabe de la importancia que un evento como este representa.
Aty y Hugo Jamioy están casados hace 18 años y viven en la Sierra Nevada con sus cuatro hijos a quienes consideran muy especiales por tener la carga cultural de dos pueblos tan poderosos como el arhuaco y el kamënstá.
Crucelina Chocho
Crucelina una artesana de la comunidad indígena wounaan experta en tejeduría con werregue. Vive con su padre en el municipio litoral de San Juan, en el Chocó, en el Pacífico colombiano, y desde muy niña le causó curiosidad ver a los adultos tejiendo los canastos que luego usaban para oficios diarios. Dice que aprendió observando a su madre y a su abuela y preguntando todo lo relacionado con los dibujos y diseños geométricos que aparecen en ellos. Lo primero que aprendió, a los ocho años, fue la técnica con chocolatillo, la fibra que inspiró a la comunidad a trabajar con la palma de werregue.
Para ella, hacer parte de esta feria es muy importante porque “me permite mostrar las artesanías de los wounaan en el exterior. Poder compartir la historia y la sabiduría de mi pueblo es vital”. Es la segunda vez que participa en esta feria. El año pasado en 2.5 días de encuentro Crucelina vendió $USD 33.000 que fueron directamente a beneficiar a los miembros de su comunidad.
Los werregues de Crucelina son tejidos usando una técnica en espiral, con una cuerda central que se convierte en el alma o centro. Usa figuras de animales, plantas y espíritus para contar la historia de su pueblo. Los diseños son transmitidos de generación en generación, y dado que el werregue se hace usando fibra de la palma que lleva su nombre, su producción se demora alrededor de 30 días; en el caso de canastos más grandes, puede incluso tomar algunos meses.
Luis Lisandro Rodríguez
Desde pequeño, observó el arte de la tejeduría de balayes de su abuelo y su padre, y como dicta la tradición Cubea, a los 10 años empezó a tejer, mientras entendía que el compromiso con el oficio requería exaltar las costumbres de su pueblo.
En Villa María, la comunidad donde vive Luis Lisandro, en el Departamento del Vaupés, hay 18 personas que se dedican al arte de la tejeduría. Él mantiene una estricta rutina que le permite preservar y desarrollar su valioso arte. Los balayes que produce se usan para plantar yuca, banano y hierbas. Los primeros solo pueden ser tejidos por hombres con fibra de bejuco, la cual deben buscar en la selva, quemar con fuego y dejar reposando por tres días en agua para que las fibras se pongan blancas. Para hacer un balay, Luis Lisandro necesita fibras de 60 palmas y 4 días de trabajo.
Gracias al proyecto Orígenes, de Artesanías de Colombia, desde 2011 Luis Lisandro ha participado en ferias que le han permitido mostrar su trabajo en otros contextos. ¡Esta es la primera vez que participará en la feria Folk Art!
Jesús de la Rosa
Este artista del departamento de Nariño ha desarrollado la técnica del Tamo, que consiste en decorar objetos de madera, cubriéndolos con delgados hilos de paja de trigo, los cuales recolecta del residuo de las cosechas. Jesús tenía tan solo 14 años cuando empezó a ayudar a su padre, y ahí aprendió a manipular la paja, a reconocer cuando está lo suficientemente seca y flexible para ser utilizada, a teñirla y a cubrir diferentes objetos sin romperla.
Su taller, Arte de la Rosa, es una herencia artesanal que le dejaron su abuelo y su padre. A sus 14 años, Jesús empezó a ayudar a su familia con las artesanías pero confiesa que las hacía como un deber o compromiso hacia su familia. Sin embargo, con el paso del tiempo Jesús se dio cuenta del legado cultural y patrimonial que reposaba en sus manos y lo convirtió en su pasión.
Considera la innovación en sus productos algo vital y hoy en día enseña esta técnica a las mujeres de su barrio, con el ánimo de preservarla. En su trabajo él quiere capturar las imágenes de la herencia nativa, escenas campesinas y figuras abstractas de su imaginación. Es la primera vez que Jesús participa en la feria de Folk Art y busca dejar el nombre de todos los artesanos nariñenses en alto exhibiendo lo mejor de sus productos.
Sobre International Folk Art Market:
“Un fin de semana en Santa Fe permite a los artesanos, en su mayoría provenientes de países en vías de desarrollo, mejorar su vida y la de sus comunidades”, afirma Jeff Snell, CEO de Folk Art Alliance, la organización que creó la feria.
La curaduría estuvo a cargo de dos paneles de expertos y objetos de más de 50 países serán exhibidos en la plaza Minler, en el renovado Museum Hill de la ciudad de Santa Fe, en Nuevo México, Estados Unidos. Joyas, cestería, cerámica, pintura, esculturas, textiles, tejidos, instrumentos musicales y piezas que pueden variar en precio, hacen de esta feria un encuentro ideal no solo para las compras sino para apoyar a los artesanos del mundo.
En 2016, Artesanías de Colombia gestionó la asistencia de cuatro artesanos que en 2.5 días generaron ventas por $ 56.000 dólares. En esa ocasión, cada uno de ellos regresó al país con una nueva experiencia vivida y recuerdos que no olvidarán.
Mayores informes:
María Claudia Montoya
Artesanías de Colombia
Bogotá - Colombia
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