Por Prensa - Sistema de información para la Artesanía Siart sábado 2 de julio de 2016
A partir del próximo viernes 8 de julio, cuatro artesanos representarán a nuestro país en el “International Folk Art Market”, gracias al apoyo de Artesanías de Colombia.
Cuatro de los mejores representantes de sus técnicas artesanales en Colombia, fueron los seleccionados para participar en la feria “International Folk Art Market” que se llevará a cabo del 8 al 10 de Julio de 2016, en el estado de Nuevo México (Estados Unidos). Esto sin duda, se convierte para ellos en un reconocimiento por la labor de mantener viva nuestra historia y nuestra tradición.
Estos cuatro artesanos, han estado vinculados a Artesanías de Colombia desde hace varios años, y desde aquí, han recibido todo el apoyo no solo para preservar su arte, sino también para participar en distintas ferias y comercializar sus productos. Ellos son algunos de los mejores ejemplos de artesanos colombianos que viven de resguardar y mantener vivo el origen y las técnicas de sus ancestros.
Cada uno de los cuatro representantes de nuestro país en esta feria, tiene un encanto particular. Saúl Valero, con sus plazas de toros hechas en arcilla, se ha convertido en un verdadero exponente del trabajo de la cerámica de Ráquira, en Boyacá; Aura Rosa Romero, del Cesar, teje sus mochilas con fique y tintes naturales como se lo enseñaron su abuela y sus padres; Aty Mestre, artesana Arhuaca, también del Cesar, es otra gran exponente del tejido de mochilas o “tutus” como las llaman en su comunidad; y Crucelina Chocho, del Chocó, teje los werregues más cotizados en las ferias artesanales de nuestro país.
Nació en Ráquira o “ciudad de las ollas” en Boyacá. Desde muy niño vio a sus padres trabajando la arcilla. Los primeros objetos que elaboró en barro fueron representaciones de vacas, gallinas, toros, burros y otros tantos. A los 16 años elaboró la primera plaza de toros en la que copió todo lo que sucede durante esos espectáculos.
Saúl recuerda que su gusto por las plazas de toros comenzó cuando en su municipio hacían corridas en plazas prefabricadas, y él junto con sus hermanos observaban desde la cima de una loma todo lo que ocurría en el ese escenario lleno de historias. Es así como desde esa época, es decir hace más de 30 años elabora estas piezas como producto de su propia inspiración.
Él considera que lo que hace especial su arte es que no hay una plaza igual a otra, pues él no usa moldes y de esta manera cada una de ellas cuenta una historia única. Si se mira detenidamente, en sus plazas se pueden ver escenas y personajes propios del campo de esta zona de Colombia. Se ve desde la gente en ruana, hasta al que no tuvo dinero para entrar y trata de saltarse la tapia. Cada pieza es hecha con el alma.
El proceso para elaborar una plaza de 50 cm de ancho por 25 de alto, dura aproximadamente tres meses. En una plaza de estas dimensiones hay aproximadamente 180 personajes únicos que una vez secos pinto con mucho detalle, corazón y color.
Para Saúl, representar a Colombia en el Folk Art Market es “cumplir un sueño, es dar a conocer mis productos en el exterior para poder dar un mejor futuro a mi familia”.
Aura tiene 61 años y hace parte del resguardo indígena Kankuamo, ubicado en el departamento del Cesar. Desde que tiene uso de razón recuerda ver a su mamá tejer y sacar el color natural a las plantas; y a su padre fabricar las carrumbas usadas para hilar. De ellos y su abuela aprendió a hacer mochilas en fique desde los 5 años, con el objetivo de que su cultura perdurara en el tiempo.
A los 11 años Aura elaboró su primera mochila con dibujos y simbologías, que le enseñó su mamá. Luego, a los once años, tejió su primera mochila, y a los 15, se iba de pueblo en pueblo para comercializarlas. Ahí se dio cuenta el gran potencial que tenía y se dedicó cien por ciento a este oficio.
Ella se tarda entre tres y doce días tejiendo una mochila, y ese tiempo depende específicamente de las puntadas, del color y del diseño. Su técnica es muy especial pues este es un oficio ancestral y son las mujeres quienes se encargan de ello.
Para Aura, es un orgullo saber, no solo que va a participar en una feria fuera de Colombia, sino en una de las más importantes. Solo agradecimiento tiene con Artesanías de Colombia por todo el apoyo para poder hacerlo.
Su nombre en Arhuaco es Aty, que significa “madre del pensamiento”. Nació en Ywewra, ubicado en la Sierra Nevada de Santa Marta. Desde los tres años estoy involucrada en todo lo que tiene que ver con la confección de mochilas hechas en lana de oveja, y hoy a los 36 años lo sigue estando.
En su comunidad, desde pequeñas las mujeres tienen claro que que tejer un Tutu (fomar como se le llama a la mochila), es tejer el mundo, tejer la vida. Estas lecciones se trasmiten entre las mujeres. “Todavía recuerdo a mi abuela, sentada al lado del fogón hablándome sobre la sabiduría que esconden” indica Aty.
Sus maestras fueron su madre, su abuela y su bisabuela, pues en su resguardo se educa en comunidad. La familia es parte fundamental de ese proceso, porque así se mantienen vivas las costumbres, técnicas y tradiciones, y aseguran que la identidad y cultura ancestrales perduren en el tiempo.
Lo que hace especial a cada tutues el poder que esconden. Cada una es única en la medida en que el momento en que fueron tejidas nunca volverá a repetirse. Más que un objeto útil, para las mujeres de su comunidad, representa el útero de la madre tierra universal. Mediante el tejido expresan su cosmovisión y su filosofía de la naturaleza. Tejer una mochila con el mejor nivel de calidad tarda cerca de 15 días.
Para Aty lo más importante de asistir al Folk Arte Market “es poder compartir el conocimiento con otras culturas. Mostrar el legado de mis ancestros y todo lo que hemos logrado”.
Crucelina hace parte de la comunidad Wounaan, y vive en el municipio litoral de San Juan, en el Chocó, en el Pacífico colombiano. Desde muy niña recuerda la curiosidad que le causaba ver a los adultos tejiendo los canastos que luego usaban para oficios diarios de la comunidad como recolectar la cosecha.
Siempre estaba mirando y preguntando sobre todo lo que hacían los mayores. Ella fue criada, como la mayoría de resguardos indígenas, en comunidad y escuchando las historias de los símbolos que adornan estas piezas artesanales.
Crucelina aprendió el oficio observando a su madre y a su abuela, preguntando todo lo relacionado con los dibujos y diseños geométricos que aparecían en ellos. A los ocho años aprendió la técnica con Chocolatillo y a los 16 empezó a trabajar el Werregue.
Sus maestras fueron su madre, su abuela y sus tías. Ellas como muchas mujeres de su comunidad son las encargadas de trasmitir todo el conocimiento a las nuevas generaciones. Fueron ellas las que le ayudaron a perfeccionar la técnica. Hoy en día, ella enseña a otros adultos que quieren perfeccionar su oficio.
Todo lo que tiene que ver con las artesanías en Werregue es muy especial. Cada pieza narra una historia única. Las figuras de muñecos generalmente tienen que ver con temas culturales: caminos recorridos por los indígenas, cómo vivían y en general nuestra forma de vivir. Los diseños geométricos, por el contrario, significa el pensamiento del hombre. Un jarrón grande se puede tardar seis meses en estar listo y ninguno va a ser igual al otro.
Para ella asistir a esta feria internacional con el apoyo de Artesanías de Colombia “es muy importante porque me permite mostrar las artesanías de los Wounaan en el exterior. Poder compartir la historia y la sabiduría de mi pueblo es vital”.
Estos cuatro artesanos llevarán una vez más en alto el nombre de la artesanía de nuestro país, abriendo caminos para que el talento y la creatividad tengan cada vez más vitrinas que exhiban y exalten la tradición y la cultura artesanal.
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María Claudia Montoya
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