Por Artesanías de Colombia. miércoles 12 de mayo de 2021
En el mes de la madre, compartimos la historia de la Maestra Artesana Luisa Florez; madre y artesana en cuyas manos, nacen piezas únicas en caña flecha. ¡Conózcala!
Luisa Flórez tuvo una infancia solitaria. Cuando tenía tan solo trece meses, su madre murió y su papá la abandonó para seguir las tradiciones de la etnia Zenú: caminar como un peregrino para afrontar el duelo.
Creció al lado de su abuela, quien le enseñó a trenzar los ribetes con los que se va tejiendo el tradicional sombrero vueltiao y la ayudó a darse cuenta de que la tejeduría ya estaba esbozada en su camino. Pero Luisa también soñaba con estudiar. Como su abuela no tenía suficientes recursos para pagarle el colegio, decidió tomar las riendas del asunto. Tejiendo sombreros que vendía en San Andrés de Sotavento, Córdoba, consiguió el dinero que necesitaba para pagar sus estudios.
A los 16 años se casó y se trasladó al municipio de Tuchín. Durante 12 años trabajó como madre comunitaria atendiendo a madres gestantes y se capacitó en tejeduría en una escuela artesanal donde luego se dedicó a enseñar a tejer distintos objetos con la caña flecha. En el año 2000, montó el Taller Artesanías Luisa y en 2015 ganó la Medalla a la Maestría Artesanal. A los 58 años, asegura que lo más importante es que la tradición del sombrero, considerado un símbolo nacional, se perpetúe en el tiempo.
Para ella, ser mamá artesana: “significa mucho, pues es llevar la tradición que nuestros antepasados Zenú nos dejaron. Y eso es un orgullo para mí, porque así ayudo a transmitir el conocimiento de generación en generación”. Hoy uno de sus cuatro hijos está de tiempo completo en el Taller Artesanías Luisa, y si bien los otros tres no se dedican de lleno a la labor artesanal, todos saben trabajar con la caña flecha y conocen el legado de su madre.
Luisa Flórez consigue la caña flecha con la que teje bolsos, tapetes, cojines, individuales, pulseras y el tradicional sombrero vueltiao en el mercado de Tuchín. Para realizar el sombrero, que tradicionalmente es de color blanco y negro, tiene que conseguir un barro puro que brota de algunos pozos del municipio.
Con el barro y la planta bija pone a cocinar la caña flecha durante un día, luego la lava, la seca y repite el procedimiento dos o tres veces hasta obtener el color negro. Cuando la fibra está seca comienza a trenzar a mano la horma del sombrero y, para tener más precisión, lo arma con la ayuda de la máquina de coser.
El sombrero vueltiao hace parte de la cultura de los indígenas Zenú y se cree que su uso formaba parte de rituales de jerarquía de la etnia. Al inicio se confeccionaba únicamente de color blanco, pero con el tiempo, cuando comenzaron a tinturar las fibras, ingresó el color negro.
En 1985, el sombrero se conoció a nivel internacional cuando el boxeador Miguel “El Happy” Lora lo usó al ser coronado campeón mundial en la categoría peso gallo, y en 2011 se creó la Denominación de Origen Tejeduría Zenú, que reconoce la exclusividad de la pieza y protege a los artesanos contra falsificaciones.
Para Luisa Flórez, el sombrero vueltiao es único en el mundo. Un objeto que enaltece en sus diseños la memoria de los antepasados que registraron la flora y la fauna de la región en las tradicionales pintas que las artesanas plasman en el sombrero, como el grillo, la flor de la cocorilla, la costilla de la vaca, el ojo del gallo, la mariposa, la mojarra y la flor del limón.