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“La artesanía es mi identidad”, Ludys María Carval

Por Sistema de Información para la Artesanía - Siart. viernes 24 de agosto de 2018

Tiene 53 años y lleva más de 40 tejiendo con pasión y sabiduría, la tradicional hamaca de San Jacinto. ¡Conozca aquí más de esta artesana colombiana!

Artesana Ludys María Carval
Artesana Ludys María Carval - Imagen: Artesanías de Colombia

Al ritmo de la gaita y la belleza de los tejidos en telar vertical, San Jacinto es el reflejo de la destreza y el talento que caracteriza a los artesanos colombianos. Allí, quienes con hilo de algodón dan vida a los maravillosos productos que los representan, sienten orgullo de ser tejedores y de mostrar lo mejor de su tierra.  

Al ritmo de la gaita y la belleza de los tejidos en telar vertical, San Jacinto es el reflejo de la destreza y el talento que caracteriza a los artesanos colombianos. Allí, quienes con hilo de algodón dan vida a los maravillosos productos que los representan, sienten orgullo de ser tejedores y de mostrar lo mejor de su tierra.  
 
Por eso, hablamos con Ludys María Carval Zabala, una artesana dedicada al oficio de la tejeduría en telar vertical, quien lleva en sus manos, los saberes de su pueblo desde hace más de 40 años, deseando que se conviertan en muchos más. Esta es su historia:  
 
“Yo me dedico a la artesanía desde los ocho años y las ‘reatas’ o ‘fajas’, fue el primer producto que aprendí a tejer. Comencé armando telares pequeñitos en las ventanas de mi casa, porque anteriormente, las paredes de los patios eran de madera, así que sobre estas, uno ponía dos palos para crear el telar donde se enredaban los hilos que daban como resultado, las fajitas.
 
Soy artesana empírica. El oficio lo aprendí viendo los trabajos que hacía mi mamá en el telar, y me dediqué a practicarlo porque me gustaba este arte. Junto a mis cinco hermanas lo aprendimos, aunque hoy en día, solo dos lo ejercemos.
 
Mi primer acercamiento con el oficio fue muy bonito. Inicié con piezas pequeñas hasta lograr unas más grandes como la hamaca. La primera que tejí fue a los 13 años y para hacerla, tuve que subirme en una banca y estirarme mucho porque era muy pequeña y no alcanzaba a manejar el telar. Esto nunca se me olvida y es uno de mis mayores recuerdos porque todo lo que uno aprende y lo hace con esfuerzo, lo aprovecha al máximo.
 
Luego de esta primera experiencia en la que mi mamá también me explicó cosas como dónde poner las madejas y los colores, no dejé de hacer hamacas y cuando cumplí los 15 años ya era toda una tejedora. Hoy, con 53 años, no he dejado de tejer.
La tejeduría me ha dejado muchas cosas buenas. Una de ellas, ha sido mejorar la calidad de vida de mi familia y la oportunidad de darle educación a mis tres hijos, quienes no se dedican al oficio, pero sí lo aprendieron porque saben que es una tradición que no se debe perder en San Jacinto y que hace parte de nuestra identidad. 
 
Por esta razón, también he querido transmitir mis saberes a los jóvenes del municipio, junto a la Asociación de Artesanos de San Jacinto. Actualmente, estamos creando unos talleres para que los niños aprendan a tejer y cuando les enseño, yo les digo: ‘todo lo que aprenden en esta vida es bueno porque se distraen y así no hacen cosas que no deben’.
 
Y los resultados son gratificantes. Nosotras les enseñamos el oficio a los jóvenes en sus ratos libres y les decimos qué productos podemos tejer, como por ejemplo una reata o un centro de mesa, para darlos a conocer en ferias como Expoartesano y Expoartesanías. Allí vendemos los productos que ellos elaboran y cuando saben que lo que hacen se vende, se emocionan y continúan tejiendo.
 
Un oficio lleno de identidad
Lo que los sanjacinteros plasmamos en cada tejido son nuestros sentimientos y pensamientos. Por esto, debemos ‘echarle’ buen ánimo a lo que hacemos para que el producto quede hermoso. Si uno teje con mucha alegría, la hamaca queda linda.
 
Precisamente, la hamaca es la pieza que más elaboro y puedo tardar entre 8 y 10 días tejiéndola. Uno de los tipos de hamaca que me encanta hacer es la de ‘lampazos’ y la aprendí observando a otras artesanas. Para que esta quede bien hecha, aparte de medir bien el hilo, la parte anímica es importante porque el lampazo puede salir diferente a lo que uno quiere. Por otro lado, si deseo hacer un diseño diferente, me lo imagino, lo pinto en una hoja y a medida que lo voy plasmando, me voy inspirando.
 
Por eso, a los colombianos yo los invito a que lleven a su casa una hamaca y cualquier producto tejido con amor en San Jacinto, porque es una tradición, una historia y un arte que identifica a nuestra cultura, sin dejar de lado que en una hamaca se descansa muy bien.
 
Además que la hamaca repara, concilia y acerca a las parejas, y esto es algo que no se puede olvidar, así como el mito que dice que ‘en una hamaca se acuestan dos y salen tres’ (risas)”.
 
Especial realizado por el Sistema de Información para la Artesanía - Siart, de Artesanías de Colombia.

Por eso, hablamos con Ludys María Carval Zabala, una artesana dedicada al oficio de la tejeduría en telar vertical, quien lleva en sus manos, los saberes de su pueblo desde hace más de 40 años, deseando que se conviertan en muchos más. Esta es su historia:  

 “Yo me dedico a la artesanía desde los ocho años y las ‘reatas’ o ‘fajas’, fue el primer producto que aprendí a tejer. Comencé armando telares pequeñitos en las ventanas de mi casa, porque anteriormente, las paredes de los patios eran de madera, así que sobre estas, uno ponía dos palos para crear el telar donde se enredaban los hilos que daban como resultado, las fajitas.

Soy artesana empírica. El oficio lo aprendí viendo los trabajos que hacía mi mamá en el telar, y me dediqué a practicarlo porque me gustaba este arte. Junto a mis cinco hermanas lo aprendimos, aunque hoy en día, solo dos lo ejercemos.

Mi primer acercamiento con el oficio fue muy bonito. Inicié con piezas pequeñas hasta lograr unas más grandes como la hamaca. La primera que tejí fue a los 13 años y para hacerla, tuve que subirme en una banca y estirarme mucho porque era muy pequeña y no alcanzaba a manejar el telar. Esto nunca se me olvida y es uno de mis mayores recuerdos porque todo lo que uno aprende y lo hace con esfuerzo, lo aprovecha al máximo.

Luego de esta primera experiencia en la que mi mamá también me explicó cosas como dónde poner las madejas y los colores, no dejé de hacer hamacas y cuando cumplí los 15 años ya era toda una tejedora. Hoy, con 53 años, no he dejado de tejer.

La tejeduría me ha dejado muchas cosas buenas. Una de ellas, ha sido mejorar la calidad de vida de mi familia y la oportunidad de darle educación a mis tres hijos, quienes no se dedican al oficio, pero sí lo aprendieron porque saben que es una tradición que no se debe perder en San Jacinto y que hace parte de nuestra identidad. 

Por esta razón, también he querido transmitir mis saberes a los jóvenes del municipio, junto a la Asociación de Artesanos de San Jacinto. Actualmente, estamos creando unos talleres para que los niños aprendan a tejer y cuando les enseño, yo les digo: ‘todo lo que aprenden en esta vida es bueno porque se distraen y así no hacen cosas que no deben’.

Y los resultados son gratificantes. Nosotras les enseñamos el oficio a los jóvenes en sus ratos libres y les decimos qué productos podemos tejer, como por ejemplo una reata o un centro de mesa, para darlos a conocer en ferias como Expoartesano y Expoartesanías. Allí vendemos los productos que ellos elaboran y cuando saben que lo que hacen se vende, se emocionan y continúan tejiendo.

Un oficio lleno de identidad

Lo que los sanjacinteros plasmamos en cada tejido son nuestros sentimientos y pensamientos. Por esto, debemos ‘echarle’ buen ánimo a lo que hacemos para que el producto quede hermoso. Si uno teje con mucha alegría, la hamaca queda linda.

Precisamente, la hamaca es la pieza que más elaboro y puedo tardar entre 8 y 10 días tejiéndola. Uno de los tipos de hamaca que me encanta hacer es la de ‘lampazos’ y la aprendí observando a otras artesanas. Para que esta quede bien hecha, aparte de medir bien el hilo, la parte anímica es importante porque el lampazo puede salir diferente a lo que uno quiere. Por otro lado, si deseo hacer un diseño diferente, me lo imagino, lo pinto en una hoja y a medida que lo voy plasmando, me voy inspirando.

Por eso, a los colombianos yo los invito a que lleven a su casa una hamaca y cualquier producto tejido con amor en San Jacinto, porque es una tradición, una historia y un arte que identifica a nuestra cultura, sin dejar de lado que en una hamaca se descansa muy bien.

Además que la hamaca repara, concilia y acerca a las parejas, y esto es algo que no se puede olvidar, así como el mito que dice que ‘en una hamaca se acuestan dos y salen tres’ (risas)”.

 

Especial realizado por el Sistema de Información para la Artesanía - Siart, de Artesanías de Colombia.

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Consulte las opiniones de este foro

ene 10/2021 Willmer Jaramillo dice

Ludys MAria Carvajal es acaso a quien el maestro Adolfo Pacheco hace referencia en su composición El pergamino ?

jul 21/2020 Paula Manrique dice

Buenos dias, Me gustaria ver mas fotos de las hamacas y conocer sus precios. Tambien me gustaria saber mas acerca de los talleres y donde los dictan. Son solo para niños? Gracias, Paula

sep 03/2018 Larry dice

Es un orgullo ser parte de esta familia ,un orgullo llevar parte de ese pueblo en mi corazon ; que nos de mas satisfaciones mas alegrias donde se respira paz ,tranquilidad donde puedes caminar y todos te saludan como si te conocieran y saben mas de tu pasado q uno mismo donde puedes ver de noche el majestuoso cielo estrellado

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16 de abril de 2024 - Última actualización: 15 de abril de 2024

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