Por Sistema de Información para la Artesanía - Siart viernes 16 de junio de 2017
Celebramos el Día del Padre compartiendo la historia de este joyero momposino que ha dedicado más de 70 años al oficio de la filigrana.
Simón Villanueva nació en la Mompox (Bolívar) de 1928 y aunque su nombre hoy es ineludible cuando se trata de filigrana colombiana, él no siempre fue joyero. Su interés por este oficio se despertó cuando conoció al gran maestro Guillermo Tres Palacios, quien en esa época era su vecino.
Corría la década del treinta y Villanueva era un hábil cocinero que preparaba todos los días en la entrada de su casa, el mejor sancocho trifásico de Mompox. Justamente ese fue el motivo de su encuentro con el maestro Tres Palacios, quien atraído por el exquisito aroma expedido por el talento culinario de un joyero hasta ahora desconocido, llegó hasta su puerta con una pregunta inequívoca: “bueno, Simón, qué es lo que preparas tú ahí”.
Fue así como un plato de sancocho trifásico selló el inicio de la amistad entre Simón y Guillermo, quien ya entrado en la conversación y en medio de la sazón caribeña de su nuevo amigo, decidió enseñarle el oficio que marcaría para siempre, la vida de Simón Villanueva: la joyería en filigrana.
Sus primeros trabajos fueron hechos aprox. en 1945, eran argollas de plata elaboradas de manera muy sencilla y sin mayor habilidad técnica. Sin embargo, estas primeras argollas, hoy vestigios viajeros de un gran artesano colombiano, se fueron con los pasajeros y comerciantes de los barcos que llegaban al puerto de Mompox provenientes del Rìo Magdalena, a quienes Simón vendía sus primeras y preciadas joyas.
El aprendizaje y destreza en la técnica de la filigrana vinieron con el tiempo, con la paciencia que sólo regala el oficio y con la sabiduría que entrega el trabajo artesanal en un país como Colombia. De hecho, cuando sintió que podía vivir de las joyas, esas hijas directas de sus manos, no lo dudó y viajó por todo el país. Mudó su taller y su talento a distintas poblaciones sólo para saber al final, que debía volver a Mompox, su tierra natal.
Durante ese largo viaje que emprendió junto a la joyería, Villanueva conoció grandes maestros joyeros, carpinteros y herreros, quienes además de compartir con él sus conocimientos y experiencias, le heredaron los que hoy son grandes tesoros de su taller. Uno de esos que más llama la atención, es su mesa de joyería.
Sentado en la entrada de su casa, muy cerca a la puerta tal como alguna vez preparó sanchocho trifásico, Villanueva todavía trabaja en su vieja mesa, tesoro construido en 1942 que llegó a él directamente de las manos del también joyero Rafael Durán.
La mesa es uno de los pocos objetos que Simón Villanueva aún conserva de la década del 40, una época marcada por las manos de artesanos momposinos encargados de iniciar el brillo que tiene la filigrana hoy en nuestro país. Simón se sienta todos los días desde las seis de la mañana frente a su mesa; allí desayuna, almuerza y trabaja hasta que termina la jornada laboral sobre las cinco de la tarde.
Para él, la mesa de un joyero es un lugar especial donde se da vida a piezas invaluables, no sólo por el metal a partir del cual están hechas, sino por toda la historia detrás de su fabricación.
Como un padre hablando de sus hijos, Simón dice con voz pausada, convencida y entrañable: “a las joyas, hay que hacerlas con amor, porque es la única forma de que tengan vida, eso es lo que he tratado de enseñarle a mis hijos y a mis nietos. Que nunca hagan las cosas porque sí, que siempre hagan joyas con amor”.
El legado familiar de Simón Villanueva ya completa dos generaciones de joyeros. Hijos y nietos han seguido sus pasos en el oficio y están convencidos de mantener la tradición, el oficio, la magia y la destreza para crear joyas utilizando todo el talento, y las facilidades tecnológicas que vengan con las generaciones venideras.
Sus palabras son prueba irrefutable y asombrosa: “a quienes antes les enseñaba todo lo que pudiera de joyería, hoy me enseñan a mí”. Las nuevas herramientas y procesos que facilitan el trabajo a los talleres de joyería, son materias que él recién está cursando de la mano de sus hijos y nietos.
Con más de 70 años en el oficio, Simón Villanueva es el joyero más longevo de Colombia. Pese a que su vista a disminuido con los años, él sigue trabajando porque no necesita ver las joyas que arma, las recuerda en su cerebro, las conoce con sus manos.
Él sabe, practica y repite todos los días y uno a uno, los pasos del proceso de armado de una joya mediante el tacto. Asombrosamente incluso, puede decir cuánto hilo ha entrado en cada pieza que llega a sus manos.
“Lo que me mantiene vivo es el amor que tengo por la joyería, por eso seguiré trabajando hasta mi último día, cuando Dios diga que es hora de levantarme de mi mesa”.
... Y qué decir de la mesa, ese tesoro maravilloso:
“Algo que sí tengo muy claro, es que esta mesa me la llevo a la tumba, pues ella ha estado conmigo toda esta vida y por eso, merece ir conmigo a la otra”.
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Texto escrito con base en la entrevista realizada por Mario Reina, del Programa Nacional de Joyería de Artesanías de Colombia en Santa Cruz de Mompox (Bolívar), junio 9 de 2017.
Excelente historia de vida quiero saber donde y a q teléfono puedo contactar a el señor villanueva. Muchas gracias
respondio a:Camilo (Ver Comentario)
Sentir el amor por lo que hacemos, indudablemente es la mayor satisfacción.
Absolutamente inspirador. Con una sencillez asombrosa y a la vez un orgullo enorme por su trabajo. Sería maravilloso conocer toda la entrevista. Gracias por compartir esta experiencia entrañable.
Gran maestro, personaje de las entrañas del oficio, pero su grandeza como orfebre es solo superada por su calidad como ser humano. Honesto y un gran narrador de historias relacionadas al fuego y el metal.
Excelente joyero conozco parte de su trayectoria no pudiendo disfrutarla de cerca pero a la distancia aprecio su valor su empeño su entrega sus años la experiencia que lo hace ser tan reconocido en su tierra.