Por Sistema de Información para la Artesanía - Siart. lunes 18 de junio de 2018
Compartimos la historia de Monguí, un Pueblo Patrimonio que mantiene viva una de las pasiones más grandes del mundo: el fútbol.
Hoy con la historia de Monguí y sus balones, animamos a nuestra selección Colombia en su debut ante el equipo de Japón; allí a 2.900 metros sobre el nivel del mar y en medio del paisaje boyacence, la vida cotidiana transcurre manteniendo viva una tradición que completa ya más de ochenta años: la elaboración artesanal de balones de cuero.
Desde las ventanas y balcones que adornan las calles monguiseñas, cuelgan balones de diversos colores y tamaños, una tradición que se repite desde 1934 cuando el artesano talabartero Froilán Ladino terminó de prestar el servicio militar y regresó a su pueblo para elaborar junto a su hermano Manuel, balones de cuero.
Hoy, Monguí es uno de los 17 destinos que componen la Red Turística de Pueblos Patrimonio de Colombia, que a su vez son reconocidos como “Bien de Interés Cultural Nacional" y que pertenece al Fondo Nacional de Turismo, entidad que busca promover el turismo en todo el país.
Froilán Ladino era aprendiz de talabartero cuando fue reclutado en 1932 para prestar servicio militar en la guerra contra Perú; en su paso por Manaos, conoció talabarteros brasileños expertos en la fabricación de balones de cuero; y dos años después, al regresar a Monguí, se unió a su hermano Manuel, para crear su propia curtiembre y elaborar balones en cuero.
Cuando dominó los secretos de la elaboración del balón, Froilán enseñó el oficio a un grupo de doce campesinos quienes luego, fueron conocidos como los doce apóstoles y vieron en la elaboración de los balones, una nueva manera de generar recursos con una actividad que podían combinar con la agricultura y la ganadería.
En los ratos de labranza o mientras el ganado pastaba, los doce apóstoles del balón cosían con sus manos, estas piezas que hoy le dan a Monguí una característica sin igual: ser la tierra del balón en Colombia. Una vez a la semana, los campesinos caminaban durante dos horas hasta llegar al pueblo con un costal repleto de balones recién cosido; allí recibían el pago y un nuevo encargo.
Durante los años cuarenta, Manufacturas Ladino, la empresa de Froilán y Manuel, le dio empleo directo a ochenta personas encargadas de marcar, cortar el cuero, planchar el balón, limpiarlo, lacarlo y darle el terminado natural. En esta misma década, otras 350 familias se dedicaban a coser con hilo de nylon y cera de abejas cerca de 3.500 balones que despachaban cada semana.
La empresa estaba en pleno crecimiento cuando se desató el periodo de La Violencia entre liberales y conservadores. En esa época, Monguí era un pueblo conservador y como Froilán era liberal de pura cepa, tuvo que huir a Duitama. Posteriormente se radicó en Bogotá, donde recibía los balones que se cosían en Monguí para encocarlos y luego, comercializarlos en diferentes ciudades del país.
La producción llegó a su mejor momento en los años setenta y ochenta, cuando los balones Ladino cubrían todo el territorio colombiano. Sin embargo, el auge en la producción de productos chinos en el año 2000, los cuales se vendían a mitad de precio, generó un descenso significativo en la industria.
De las 350 familias que cosían balones en la época dorada del oficio, hoy en Monguí hay veinte familias que continúan elaborando cerca de medio millón de balones al año. Allí, Edgar Ladino, con el fin de mantener la tradición, creó en 2010 el taller “Redonda”, en donde elabora más de doce referencias de balones.
Si usted es uno de los fanáticos de nuestra selección y del deporte que más mueve pasiones en el mundo; no deje de visitar Monguí, un destino imperdible no sólo por la elaboración tradicional de balones de fútbol, sino porque allí se encuentra también el Museo del Balón.
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