Por Artesanías de Colombia. martes 27 de julio de 2021
En el taller “Yaré Okaina”, más de veinte artesanos tejen el pensamiento y los símbolos de una etnia que estuvo a punto de extinguirse. ¡Lea su historia!
José Pablo Neicase creció en la comunidad indígena Okaina en La Chorrera, en la selva del Amazonas. Sus padres, dedicados a la agricultura, elaboraban cestos de guarumo para recoger las cosechas de las chagras.
A los ocho años, José Pablo aprendió a tejer trampas con fibras de palma milpesos. Las ubicaba en las bocanas de los ríos y cuando la corriente bajaba, las mojarras y sábalos caían en las nasas tejidas por el niño. José Pablo aprendió a tejer mientras se desenvolvía en los oficios de la vida cotidiana. Si se requería un cernidor para las harinas o un capillejo (canasto) para llevar la fruta, José Pablo debía saber tejerlos.
Para los Okaina, tejer con guarumo o bejuco yaré es algo cotidiano. Así como es cotidiana en la memoria e historia de su pueblo, una fuerte presencia que recuerda un genocidio de más de 30.000 indígenas de las etnias bora, uitoto y Okaina a principios del siglo XX.
La recuperación poblacional ha sido muy lenta. En el censo de 2018, el DANE reportó que hay 412 Okaina en Colombia. Por eso mismo, una de las preocupaciones de la etnia es mantener viva su cultura. Para que esto sea posible y contribuir a la propagación de sus tradiciones, José Pablo fundó en el año 2012 el Taller Yaré Okaina, un colectivo en el que 25 personas del cabildo indígena trabajan tejiendo con las fibras del yaré, bolsos, canastos, individuales, centros de mesa y cestería decorativa.
Los bejucos yaré se encuentran jungla adentro. Penden de las copas de los árboles y para conseguirlos, se emprenden excursiones que duran días. Antes de la expedición, los Okaina le piden permiso a la selva para garantizar que la búsqueda sea segura. Recogen las lianas, regresan a casa y preparan un fogón con un caldero de agua hirviendo. Allí cocinan los bejucos para que se ablanden.
Luego de la cocción, los dejan secar durante un día para después pelarlos con un cuchillo y extraer la fibra. Para conseguir el color rojizo de sus piezas, utilizan las hojas de la planta del cayiru, y para el amarillo el azafrán. Finalmente, comienzan a tejer a mano cestos, bolsos y canastos que transmiten parte de su herencia cultural.
Para los Okaina, el bejuco yaré es una planta que simboliza la conexión entre el hombre y la madre tierra. Al tejer con yaré, el saber y la cosmovisión de la etnia se transmiten en sus productos de cestería. A los Okaina los une el interés por la recuperación cultural de su pueblo, afectado históricamente por el conflicto armado y la explotación del caucho.
Tejer el pensamiento y sus símbolos en la cestería, es de vital importancia para continuar con el relato colectivo de una etnia que estuvo a punto de extinguirse, y que hoy vuelve a ser reconocida por medio de sus artesanías.
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