Por Alejandro Moreno Salamanca martes 27 de septiembre de 2011
"La empresa, es cada vez, una célula más importante en la sociedad. Es claro el rol protagónico que tiene en la economía de cada país como generadora de empleo y de bienestar. Sin embargo, hay que tener cuidado al pensar que la empresa tiene como finalidad última la maximización de utilidades. Si bien es cierto que la generación de riqueza es una de sus funciones, no podemos ni debemos reducirla a tan corto objetivo"
Alejandro Moreno Salamanca
Profesor del Área de Dirección de Personas
En las Organizaciones de INALDE
La empresa, es cada vez, una célula más importante en la sociedad. Es claro el rol protagónico que tiene en la economía de cada país como generadora de empleo y de bienestar. Sin embargo, hay que tener cuidado al pensar que la empresa tiene como finalidad última la maximización de utilidades. Si bien es cierto que la generación de riqueza es una de sus funciones, no podemos ni debemos reducirla a tan corto objetivo
Es importante que los líderes empresariales sean conscientes de esta realidad, pues estamos viviendo en un entorno en el cual los sistemas de incentivos y de evaluación de desempeño se preocupan exclusivamente por el desempeño económico.
En el mundo académico esta situación se conoce como la tesis de la separación, que hace referencia a la pretensión de separar los criterios económicos de los criterios éticos.
Esto es equivalente a pretender que una cosa sea la técnica y otra diferente la ética.
Entonces, no es posible pensar que una cosa es la técnica y otra la ética. La técnica si no tiene finalidad no sirve para nada. Más aun, la técnica sin una buena finalidad es peor que la misma ausencia de técnica.
No es posible pensar que una cosa son los hechos y otra los valores. Todo hecho tiene una valoración moral. La acción humana siempre está orientada por una finalidad y es aquí donde cabe preguntarnos: ¿Cuál es la finalidad de la maximización de utilidades en las empresas?, mejor aún: ¿Es posible maximizar utilidades sin faltar a los criterios éticos?
Los líderes empresariales debemos hacer un alto en el camino y preguntarnos: "¿Para qué queremos maximizar utilidades? ¿Es realmente esto lo que pretendemos cuando decidimos dar comienzo a una nueva empresa? ¿Es este el fin último de nuestro trabajo como directivos empresariales?". Más bien, el fin de la empresa es la realización y florecimiento de los seres humanos que componen nuestras organizaciones.
El management es una actividad humana que consiste en aplicar una serie de conocimientos y tecnologías en el contexto empresarial. Pero a los directivos y empresarios nos puede pasar que utilicemos esa tecnología para una mala finalidad. Es decir, podemos tener empresas tremendamente eficientes en términos económicos, pero profundamente débiles en términos éticos.
Preguntémonos si estamos siendo en nuestro quehacer diario ingenieros que diseñan bombas atómicas y/o carniceros de seres humanos, o si más bien somos empresarios y directivos que satisfacen unos mínimos de eficiencia económica y buscamos maximizar nuestra realización personal y la de quienes componen nuestras organizaciones, atendiendo a los criterios éticos.
En el mundo empresarial actual, las técnicas y herramientas de management parecen estar siendo utilizadas con criterios meramente económicos. Es sorprendente ver cómo en pleno Siglo XXI somos testigos de situaciones en las que, por un excesivo énfasis en la eficiencia económica, terminamos atentando de manera directa contra nuestro propio ecosistema.
Así mismo, es desconcertante ver cómo los gobiernos de las naciones más ricas han tenido que intervenir para salvar empresas al borde de la quiebra, en las cuales sus altos ejecutivos siguen recibiendo bonos millonarios.
Los directivos empresariales tenemos como principal función la toma de decisiones, y estas tienen cada vez mayor relevancia. Hoy en día es frecuente encontrar empresas en las que el nivel de ventas es mayor a todo el producto interno bruto de países en vías de desarrollo.
Es más frecuente equiparar el rol del directivo empresarial con el de los políticos y gobernantes de naciones, los cuales -al menos en teoría-tienen claro que su objetivo es el bien común y no la maximización de utilidades. Son muchas las decisiones que tenemos que tomar diariamente, y más los implicados en estas.
Pensemos por un instante cómo serían nuestras decisiones si antepusiésemos el criterio ético al económico o si, al menos de manera consciente, trabajásemos para que el criterio ético tuviese el mismo peso que el económico.
Si al leer este artículo tenemos la tentación de pensar que sus planteamientos son muy interesantes y coherentes, pero que solo son posibles en un mundo ideal, vale la pena que reflexionemos si en realidad lo que nos está sucediendo es que la manera en que estamos decidiendo es equiparable a la del carnicero de humanos o a la del ingeniero de bombas nucleares, para los cuales lo más importante es la eficiencia económica de sus acciones.
Es cierto que en los esquemas de gobierno actuales es difícil pensar de una manera diferente, pues los efectos de la teoría de la agencia han permeado más de lo que imaginamos el mundo corporativo. Sin embargo, solo a través de la reflexión profunda podemos contestar a la pregunta de si nuestro trabajo diario como directivos nos está haciendo mejores personas o, por el contrario, nos está haciendo simplemente más adinerados.
Una pregunta de fondo que nos puede ayudar es: ¿Cómo queremos ser recordados el día que nos jubilemos o que nos vayamos de este mundo? ¿Queremos ser recordados como aquel empresario o directivo que maximizó beneficios a costa de la realización y florecimiento de sus empleados y pares de trabajo? o ¿Queremos ser recordados como aquel líder que floreció y permitió el florecimiento humano de sus colegas y subordinados, atendiendo a unos mínimos de eficiencia económica?
La respuesta a esta pregunta, desde luego, es muy personal. Sin embargo, la primera responsabilidad ética que como directivos y empresarios tenemos es ser conscientes del oxímoron (figura que reúne dos palabras en apariencia contradictoria) al que nos enfrentamos cuando por desgracia convertimos nuestro quehacer diario en una tarea de maximización de utilidades.