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Copia de Colombia Artesanal: La cerámica, una tradición que recorre Colombia

Por Sistema de información para la Artesanía Siart jueves 16 de junio de 2016

Primero Bogotá, y ahora Colombia. Continuamos entendiendo que utilizar el barro para producir objetos de cerámica es una tradición que ha marcado todas las etapas históricas de nuestro país.

La cerámica
La cerámica - Imagen: Eric Bauer

Diego Añez, gran conocedor de la producción cerámica en nuestro país, a través de su relato nos hizo comprender que este oficio refleja la grandeza artesanal de Colombia, pues sus etapas de transformación han llevado sus piezas desde la tradición de la cerámica indígena y tradicional, hasta las piezas de cerámica contemporánea. 

Para iniciar, Diego hace una aclaración que todos los colombianos debemos aprender, y es que según él la cerámica y la alfarería son términos que suelen confundirse, pero que no tienen diferencia, pues estos dos se reconocen por ser trabajos en los que se transforma el barro, materia prima usada en este oficio.

Sin embargo, la verdadera diferencia radica en que la alfarería es un trabajo de repetición, es decir “se van elaborando productos en serie”; y esta se comienza a convertir en cerámica, cuando se levantan las temperaturas de los hornos. Allí es donde las arcillas dejan sus colores naturales y toman otros matices.

Con el fin de reconocer cuáles son las áreas de trabajo con cerámica en Colombia, Diego también nos contó que existen cinco: la cerámica indígena, la tradicional popular, la contemporánea, la cerámica industrial y la cerámica científica y las tres primeras nacen en lugares como Ráquira, La Chamba Tolima y El Carmen de Viboral.  

El legado del barro con nuestros indígenas

Si hablamos de la cerámica indígena, Diego nos cuenta que esta es “elaborada por las comunidades indígenas que han heredado saberes, tradiciones y técnicas a partir de legados de miles de años, e incluso, desde antes de la conquista española se tiene el conocimiento de yacimientos arqueológicos en los que se encontró cerámica de hace 2 mil y 3 mil años antes de Cristo”. 

En cuanto a sus procesos de fabricación, dice él, que eran muy rudimentarios. De hecho, en Colombia los procesos de trabajo para elaborar cerámica se da gracias a la transformación de la arcilla que se consigue en el entorno.  Esta, la conocían los sabios y los ancianos y cuando iban a trabajar en los oficios de alfarería indígena, solo ellos sabían en dónde encontrarla y cómo tratarla.

Adicionalmente, los hornos con los que los indígenas realizaban las quemas de sus objetos eran huecos construidos en el suelo, y como nos relata Diego “se hacían las ollas a mano, las metían en un hueco con leña y piedras y le prendían fuego, (era como hacer una fogata)”. Hoy en día existen muchas comunidades artesanales que siguen trabajando con técnicas apasionantes como esta, asegura el ceramista. 

De esta forma, cuando obtenemos una pieza de cerámica indígena, contamos con un objeto que lleva consigo saberes ancestrales que se han transmitido de por vida entre las comunidades y que de una u otra forma, le han dado el paso a las demás clases de cerámica con las que hoy contamos. 

Una tradición que se transmite

La cerámica tradicional popular se hereda de padres a hijos por medio de sus saberes y ancestros. Es una cerámica no regular en cuanto a su formación, lo que quiere decir que no se necesita de estudios formales para aplicarla porque proviene de los saberes aprendidos en el diario vivir de los artesanos.

Cuando se refiere a lo tradicional popular, Diego nos cuenta que esta se liga mucho al vínculo con la cultura europea por los procesos de colonización, ya que cuando llegaron, primero, se debían construir ciudades en barro y fueron los indígenas por orden de los españoles quienes comenzaron a elaborar ladrillos, adobes, tejas y hornos de bóveda; y segundo, trajeron conocimientos técnicos que se comenzaron a mezclar con los de los indígenas. 

Entre los siglos 1800 y 1900, se comenzaron  a establecer en Colombia núcleos productivos a partir de la necesidades de la población respecto a la cerámica. De esa forma, se empiezan a combinar las técnicas de elaboración indígenas y tradicionales para crear toda clase de objetos “utilitarios” que llenaron los hogares de cada rincón colombiano.

Territorios transformadores de arcilla

Continuando con este mágico recorrido por los principales lugares en los que los artesanos transforman el barro con sus manos imprimiéndoles toda su creatividad, Diego indica que en Colombia se consolidan los grupos artesanales productores debido a tres factores: 1. Por tradición;  2. Por la materia prima; y 3. Por el mercado o reconocimiento del público.

Si hablamos de Ráquira Diego asegura que los artesanos han logrado elaborar cerámica indígena, tradicional y contemporánea, debido a que las familias artesanas han transmitido sus saberes de generación en generación, y con el apoyo de entidades como Artesanías de Colombia, la implementación de nuevos, diseños, técnicas y herramientas han permitido una constante innovación de productos que permanecen vigentes pero sin perder la esencia raquireña. 

En cambio, la cerámica de La Chamba se queda entre lo indígena y lo tradicional popular. Esto  resulta interesante para Diego porque sus “técnicas forman parte de un patrimonio que refleja lo tradicional” de este pueblo, que se ve reflejado en cada pieza artesanal en la que el retrato de la naturaleza y sus creencias ancestrales forman parte de cada creación.

Ahora nos trasladamos a otro lugar en el que también se plasma la naturaleza pero con mucho color: El Carmen de Viboral. Allí, la cerámica se desarrolla en la década de 1930 a raíz de los españoles que llegan a Antioquia con un conocimiento cerámico y de tradición de oficio. 

Su evolución y diferencia con Ráquira y La Chamba, asegura Diego, se plasma en la forma como el barro se convierte en arcilla líquida y tanto sus técnicas como herramientas de trabajo son menos manuales.

Diego Añez es un eterno apasionado por su oficio y por su forma de concebir lo que es la cerámica, ha elaborado una teoría a la que denomina “teoría de la bicicleta artesanal”. En esta, las materias primas son la llanta trasera; los pedales y el asiento son la producción de la cerámica, las herramientas y los equipos; la  llanta delantera representa el mercado y la comercialización; y finalmente, quien maneja la bicicleta es el artesano.

“Una artesanía no puede verse únicamente como un mercado o un producto, una artesanía debe verse como un todo”,  es la reflexión que hace Diego Añez y con la que terminamos un recorrido en el que el barro nos enseñó la grandeza de su esencia y la pasión de todos nuestros artesanos al crear con sus manos valiosas piezas de cerámica llenas de historia, tradición y amor por lo que somos: Colombianos.

El tip: Visita la Casa Márques de San Jorge en Bogotá y conoce una muestra de cerámica indígena. 

Especial realizado por el Sistema de Información para la Artesanía Siart, de Artesanías de Colombia. 

Fuente: Entrevista con el ceramista Diego Añez.

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