La altura del fique varía entre dos y siete metros. Sus hojas son largas, angostas, carnosas, puntiagudas, acanaladas, dentado espinosas (en algunas variedades) y de color verde. El ancho de las hojas maduras varía entre diez y veinte centimetros y el largo entre uno y dos metros.
El fique natural del trópico es clasificado como planta de fibra dura, de células largas y múltiples que se extienden a lo largo de los tejidos carnosos de las hojas.
El proceso de preparación de la fibra es largo y dispendioso. Se inicia con el corte que consiste en desprender de la planta un número determinado de hojas, de las cuales se extraerá la fibra, que posteriormente, según su calidad, será clasificada. La fibra se desprende de la parte carnosa de la hoja, a través del raspado.
Para esto se utilizan dos sistemas: el varillado o proceso manual, utilizado tradicionalmente por los artesanos y el maquillado o uso de máquina desfibradora con motor. Una vez extraída la fibra es necesario remojar las madejas de doce a quince horas para lavarlas y luego secarlas al sol. Los manojos secos se pasan a través de un cepillo de clavos, de ese modo, halando el fique, queda peinado o escarmenado.
El hilado es el último paso en el proceso de preparación de la fibra. El fique escarmenado se amarra longitudinalmente a un madero, de donde se sacan haces de fibra que se van estirando y calibrando en el torno para formar así el hilo continuo.
Para que un teñido sea firme y duradero se recomienda seguir los siguientes pasos:
Seleccionar la cabuya: debe estar fresca, sin que haya perdido su blancura. Si es una fibra o cabuya que ha sido alimentada y, por tanto, se encuentra amarillenta entonces es conveniente que se lave con agua caliente durante quince minutos, luego se blanquea siguiendo este proceso: se pesa un kilo de cabuya o fibra y cincuenta gramos (tres cucharadas) de bisulfato de sodio (NaHS203), se mezclan con unos ocho litros de agua, se ponen a hervir durante dos horas y se agregan cinco cucharadas de jabón en polvo.
Luego se lava bien con agua y se deja en reposo en agua caliente con dos frascos de agua oxigenada, durante media hora, se lava bien y se inicia el proceso de mordentado.
Mordentado: consiste en preparar la fibra o cabuya para teñir. Con esto se busca abrirle los poros y limpiarla con el fin de que al momento de teñir la tinta penetre bien y se fije en la fibra, garantizando que los colores sean firmes, no se destiñan con el sol ni se corran con el agua.
Los pasos para mordentar son:
Teñido: se puede teñir el fique siguiendo dos procesos: en caliente o frío. Para teñir en caliente se cocina la fibra mordentada entre la tinta durante una hora, con suficiente agua que la cubra; para hacerlo en frío, se pone la fibra mordentada entre la tinta durante un día de sol.
Reposo: una vez terminado el proceso de teñido se deja la fibra o cabuya en reposo durante doce horas o más. Si se desea matizar el color se debe dejar cocinar treinta minutos, agregándole el jugo de un limón, una cucharada de sal o sulfato de hierro.
Matizado: los matizantes son los productos que cambian, fijan y matizan los colores haciéndolos resistentes al sol y al agua. Se utilizan especialmente cuando se tiñe con colores naturales y con los de anilinas poco firmes. Se usan como matizantes el vinagre, el limón, el sulfato de hierro, el sulfato de magnesio y la sal común. El matizante se agrega cuando la fibra ha permanecido en el tinte durante al menos 45 minutos; se debe revolver bien para evitar manchas.
Lavado: al día siguiente, se lava la fibra con agua y jabón hasta que deje de soltar tinta o color.
Suavizado: el fique es una fibra áspera, por tanto, antes de utilizarla en la elaboración de artesanías se debe suavizar. Después del lavado se pueden utilizar suavizantes naturales (sábila) o químicos (rinses) y se dejan las fibras diez minutos en remojo.
Secado: la fibra ya suavizada se sacude y se extiende en cuerdas de fique donde haya corriente de aire y no del sol directamente, volteándolas cada dos horas para evitar los hongos.
Escarmentado: las fibras ya secas se deben escarmentar, seleccionando el tamaño de tal manera que los enredos se van a utilizar como alma en algunas artesanías.
En este pueblo de origen prehispánico, ubicado en el departamento de Boyacá, el fique ha sido utilizado tradicionalmente por las mujeres campesinas para elaborar las canastas de las balanzas en donde se pesaban los quesos y las cuajadas en las tiendas.
Con la técnica de enrollamiento en espiral se elaboran artefactos para la vida diaria, que desde décadas atrás han servido de modelo para nuevos objetos, a partir de la producción tecnificada de cestos de diversas formas y colores, platos, cuencos y bandejas, cajas y papeleras, floreros, cofres y muchas piezas útiles decorativas.
La actividad que desarrollan las mujeres de Guacamayas, en Boyacá, constituye no solo una importante fuente de ingresos para la economía familiar, sino también la satisfacción de un aporte creativo para el grupo social.
El pueblo de Curití ubicado, en el departamento de Santander, en la zona nororiental del país, fue fundado aproximadamente en 1770. La baja calidad de las tierras de esta región ha obligado a la población a asegurar su sustento buscando actividades distintas a la agricultura, como es la industria de la elaboración de costales de fique.
El tejido de la fibra de fique llegó a reemplazar el cultivo y tejido del algodón entre los antiguos pobladores indígenas guanes. Otro factor relevante en el inicio de esta industria casera, fue la creciente demanda de costales de fique que, a finales del siglo pasado, se debían importar para empacar los granos de café en el país, lo que permitió que en Curití (que en idioma guane significa pueblo de tejedores) se continuara con la tradición del tejido en este material.
Fuente: Artesanías de Colombia S.A. - CENDAR
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